A Slava Medvedenko, Zhan Beleniuk y Anastasia Shushura les unen dos constantes: el deporte y la guerra. Un campeón de la NBA, un medallista olímpico, una voluntaria de FIFA cuentan a AS sus historias a un año del 24 de febrero de 2022.
Amanecía el 24 de febrero de 2022 en Kiev cuando Slava Medvedenko, bicampeón de la NBA con Los Ángeles Lakers, escuchó estruendos. A lo lejos. A lo cerca. Estaba con sus hijos y su esposa, escondidos bajo cama, apenas asomándose a las ventanas mientras el cielo de Kiev se llenaba de luces furtivas.
La misma mañana, el ruido de las explosiones despertó a Zhan Beleniuk, vigente campeón olímpico de lucha grecorromana. Se vistió a toda prisa y salió de casa hacia el parlamento. Zhan, además de poseer una medalla de plata y otra de oro, ostenta un asiento en la Rada ucraniana desde 2019; es el primer parlamentario afrodescendiente que ocupa un cargo de elección popular en el país. A las 6:30 a.m., Zhan ya estaba en su oficina para apoyar la introducción de la ley marcial a petición del presidente Volodymyr Zelensky, con quien Zhan comparte militancia política en el partido 'Servidor del Pueblo'.
Anastasia Shushura estaba en Kharkiv, su ciudad natal, cuando la invasión comenzó. No escuchó nada. Seguía dormida pese a las explosiones de la artillería rusa. Su novio la despertó con una llamada telefónica. De repente, Anastasia y su familia estaban casi en línea de combate; Kharkiv, a solo 50 kilómetros de la frontera, fue una de las primeras en sufrir el asedio de las tropas terrestres rusas.
Slava envió a sus hijos fuera de la ciudad, hacía Lviv, cerca de la frontera con Polonia, con sus abuelos. Él se quedó y se enlistó en el ejército: “Quise defender mi ciudad. Me uní al batallón de defensa de territorio de nuestro barrio. Organizamos retenes, patrullajes, organizamos todo lo posible para ayudar a nuestro ejército. En mi barrio, antes de la guerra, había aproximadamente 35,000 personas. Hicimos trabajo para la gente que perdió sus casas, que lo perdió todo”. Como soldado voluntario, Slava repartió agua, comida y medicinas tras barricadas. Nunca empuñó un arma, pero sí guarda varias en su departamento. “Es una guerra. Tienes que entenderla. Cualquier cosa puede pasar de un momento a otro”.
Un día de abril, el batallón de Slava se trasladó a Bucha. La ciudad, a 53 kilómetros de Kiev, apenas había sido liberada. Slava confirmó con sus propios ojos los rumores, los peores. La ofensiva rusa había dejado una estela de horror.
- ¿Qué viste en Bucha, Slava?
- Hicieron cosas horrorosas. Mataron a mucha gente. Los cuerpos tirados en la calle. Muchos carros completamente baleados: dentro de ellos, cuerpos de niños. Los soldados rusos mataron a la gente en medio de la calle. Las ruinas quemadas estuvieron ahí por semanas y nadie limpió. Dejaron la ciudad así, la arruinaron. Fue horrible. Una guerra total. No podría creer que esto pudiera pasar. Arruinaron la ciudad, los hogares, las vidas de tanta gente…
…
- No puedo siquiera explicar el daño que vi.
La masacre fue atribuida a la 64° Brigada Independiente Motorizada, bajo el mando de las Fuerzas Terrestres de Rusia. El gobierno que comanda Vladimir Putin negó la autoría y, en cambio, acusó al de Zelenski de escenificar un “montaje”.
Igual que Slava, Zhan ha permanecido en la ciudad de las cúpulas doradas. “Trabajo todos los días, como todos, cada quien desde lo que puede, buscando nuestra victoria”. Su familia se ha quedado también. Y es que Kiev, bombardeada día y noche, sonorizada por las sirenas estruendosas, lúgubres, que alertan que podría llover fuego, aún no ha caído. Ni un solo soldado ruso ha desfilado por sus calles. 365 días después.
Zhan desconoce si forma parte de una lista de objetivos mortales del ejército y los servicios de inteligencia rusos. “No pienso mucho en ello. He visto noticias sobre intentos para matar al presidente Zelenski y miembros de su equipo. Pero, como podrás ver, la Verkhovna Rada sigue trabajando desde los primeros días de la guerra”. “Ucrania es mi casa, mi patria. Ucrania me dio todas las oportunidades para realizarme en mi vida y en el deporte”, expresó Zhan, nacido en Kiev en 1991, hijo de un piloto ruandés que huyó de su país durante el genocidio tutsi de 1994. El padre de Beleniuk murió en 2001, en un accidente automovilístico. “Fue motivado políticamente”, defiende Zhan, atleta desde 2000, doble medallista olímpico, múltiple campeón mundial y olímpico.
“Kharkiv era una ciudad muy linda”, rememora Anastasia, “muchos parques, áreas verdes, centros de entretenimiento, universidades, mucha vida estudiantil. La vida en Kharkiv era frenética y agradable. Afortunadamente, los rusos se quedaron en los alrededores de la ciudad. Intentaron entrar, pero no pudieron. En cambio, bombardearon, bombardearon, bombardearon. Fue una época horrible. Mis padres no sabían qué hacer”. Después de nueve días, Anastasia dejó Kharkiv junto con su madre vía carretera con la anuencia de su padre, quien permaneció en casa; Kharkiv era su ciudad, su vida: “No quiso irse. Consideró que sería de mayor ayuda si se quedaba. Fue muy difícil porque durante los primeros meses no tuvo trabajo. Fue muy peligroso para él. Mi madre y yo estábamos muy nerviosas todo el tiempo”. Algunos amigos de Anastasia sí se enrolaron en el Ejército ucraniano; hubo quienes lo hicieron no por decisión propia. “Pero sí es cierto que mucha gente fue a pelear por su cuenta, porque era su deseo”, cuenta Anastasia, quien no ha sufrido pérdidas cercanas durante la guerra. “Algunos familiares de amigos sí han muerto”, lamenta.
“Ahora mismo quiero que esto acabe lo más rápido posible. Esta guerra puede durar todavía más. No sé qué tanto pueda durar
Slava Medvedenko, exbasquetbolista
En aquel momento, Anastasia estudiaba Erasmus en Bolonia, Italia. La guerra la sorprendió en plena re-conexión con sus raíces. La huida por la frontera eslovaca fue un éxito. Seis meses después, Anastasia se instaló en Austria para continuar su preparación académica en el campus de Steyr de la FH Oberösterreich. En septiembre, la situación en Kharkiv “mejoró un poco en comparación a la primavera”. Será eso, o que la guerra se ha vuelto una costumbre; vivir con miedo y aparentar que no: “La gente en Kharkiv está pretendiendo llevar vidas normales. Van a los cafés, a los restaurantes. Intentan no reaccionar ante las explosiones. Ya es un poco mejor. La gente está muy positiva, pese a todo. A veces parece que no hay ninguna guerra. Mucha gente encuentra cosas que hacer. Muchos se han hecho voluntarios y van todos los días a áreas peligrosas para ayudar a la gente. Muchos deciden no leer las noticias y vivir como lo hacían antes. Pero escuchamos bombas en todo momento”.
“Ahora mismo quiero que esto acabe lo más rápido posible. Esta guerra puede durar todavía más. No sé qué tanto pueda durar. Esto es lo más difícil para nosotros, los ucranianos. No estamos acostumbrados a pensar cosas como esta”, reflexiona Slava, cuyo departamento en Kiev no ha sufrido daño alguno. Sus seres más cercanos también están sanos y salvos: “Por fortuna no he perdido a nadie, pero muchos amigos sí. Conozco gente en Mariúpol que… sí”. La familia de Slava debió esconderse por algunos días en un sótano antes de escapar: “Eso es malo, no debería pasar. Nuestro país está bajo gran presión. Es muy salvaje lo que está pasando. Me cuesta trabajo dormir sabiendo que no puedo ayudar lo que quisiera”.
El activismo de Slava no terminó en las calles de Kiev. También ofreció los dos anillos de campeón que se ensortijó junto a Kobe Bryant y Shaquille O’Neal a la subasta ‘Sports for Ukraine’, organizada por el portal Tribuna.com. En la primera fase del concurso, a mediados de 2022, la iniciativa logró recolectar más de $100,000 dólares a partir de artículos físicos, como playeras y zapatos, donados por estrellas como Robert Lewandowski, Andriy Shevchenko, Andriy Yarmolenko y Stanislav Horuna. El segundo lote consistió en NFTs. Todo el dinero recaudado será destinado a Ukraine Alive 2022, organización humanitaria que atiende a víctimas ucranianas de la guerra. “Contacté con la oficina de los Lakers. Lograrmos recabar $250,000 dólares para los niños ucranianos. También quiero que parte de ese dinero sirva para construir canchas y escuelas. Más de 100 están totalmente destruidas, y 1,000 han tenido daños. Necesitamos un plan de rehabilitación para ellos”, cuenta Slava. Los Lakers, que ya han repuesto los anillos que Medvedenko cedió, también obsequiaron balones de basquetbol, mochilas y dinero a la fundación de su exjugador.
Beleniuk también se ha sumado al esfuerzo. Puso en puja su medalla olímpica en Tokio y tarjetas de edición limitada, modeladas en 3D y 2D, que ilustran varias etapas de su carrera deportiva: “Intento apoyar todas las iniciativas caritativas que brinden una oportunidad para ayudar a nuestro país (…) El deporte siempre ha sido considerado un símbolo de paz, pero si hablamos sobre la guerra con Rusia, usan atletas como propaganda de sus acciones militares contra Ucrania. Por ende, los atletas de la Federación Rusa que apoyen la agresión militar son participantes activos de la guerra y deberían conllevar responsabilidad. Apoyo la remoción de los atletas de Rusia y Bielorrusia del escenario internacional, pues el deporte, en un contexto de guerra, está politizado para propaganda e imposición de narrativas rusas”, desarrolló Beleniuk, cuestionado sobre si el deporte puede aportar soluciones al conflicto.
A dónde va lo recaudado por Sports for Ukraine
- Más de 50,000 civiles han perdido sus hogares en Ucrania (comida, medicina, ropa, utensilios para comer, artículos de higiene, herramientas, generadores)
- Más de 800 niños, incluidos 69 recién nacidos (comida para bebé, pañales, vitaminas)
- Más de 1,400 animales
- Ocho hospitales (comida caliente, generadores, medicinas)
*Información a septiembre de 2022
Anastasia inició 2022 con los tambores de guerra y lo terminó en Qatar, como voluntaria de la Copa del Mundo. “Envié mi aplicación casi por diversión, no lo esperaba. Creí que era muy joven para que me eligieran. En junio recibí la notificación y, en agosto, la invitación oficial para trabajar como voluntaria para los medios de comunicación en Lusail. Aún sigo sin creerlo. Todo pasó muy rápido, fue increíble”. Y es que Anastasia, quien se inició en la gimnasia rítmica a los tres años de edad como terapia para el pie plano, tenía el objetivo de competir en una competencia de élite. Lo hizo, a nivel amateur, pero no alcanzó las Copas del Mundo y los Juegos Olímpicos. A la edad de 17, llegó al entronque: “Tenía que escoger entre enfocarme al 100% en la gimnasia, o concentrarme en el estudio. No podía hacer las dos cosas seriamente al mismo tiempo”. Una cirugía en la cadera facilitó la decisión. Por eso, estar en Qatar fue un bálsamo, una de esas pequeñas victorias que duran una vida: “Como no llegué a esas competencias, siempre quise participar de alguna forma, ya sea como voluntaria u organizadora. Y lo logré”.
Anastasia se unió al equipo de voluntarios asignado a atender a los medios de comunicación en el Estadio Lusail, el buque insignia de Qatar 2022, el cuenco de oro que escenificó la final y 10 partidos más de la Copa del Mundo. Respondía preguntas sobre los procedimientos de acreditación, repartía instrucciones de acceso y circulación, entregaba micrófonos en las conferencias de prensa, supervisaba que los reglamentos se respetaran en las zonas mixtas. Y, de cuando en cuando, concedía entrevistas. Su ‘momento estelar’ fue cuando un periodista ucraniano la entrevistó. La patria llama: “Estaba buscando una salida, me escuchó hablar en ruso, me preguntó, empezamos a hablar en ucraniano y se dio. Fue genial. Mis cinco segundos de fama”. De la guerra a la final del Mundial. Salió de Lusail a las 2 a.m. del 19 de diciembre, un par de horas después de que Lionel Messi ofreciera a los cielos qataríes el trofeo conquistado. Días después, Anastasia estaba de vuelta en Kharkiv, a donde ya había regresado en agosto y septiembre, para pasar Navidad con su familia. Y de la final del Mundial a la guerra.
Por ende, los atletas de la Federación Rusa que apoyen la agresión militar son participantes activos de la guerra y deberían conllevar responsabilidad
Zhan Beleniuk
Slava, Zhan, Anastasia. Los sueños que resisten los impactos de las bombas. El basquetbolista deseaba construir una nueva academia de basquetbol en Ucrania; en Kharkiv, tenía que ser. “No sé qué hacer aún. Todo está cambiando. No suelo pensar tan lejos. Tenía un plan, los patrocinadores abandonaron el país. Terminaré el proyecto e iniciaré uno nuevo. Una nueva academia después de la guerra”. También planea un juego de caridad, en Lituania o Letonia, cuyos ingresos serán utilizados para remodelar un gimnasio en Kiev que fue bombardeado en los primeros días de la guerra. Zhan añora una cosa: “No tengo dudas, la victoria será nuestra”. Anastasia, que sigue prendada a la gimnasia, como coach y coreógrafa, está segura de mantener su vida conectada al deporte, ya sea en los medios de comunicación, el marketing, o como entrenadora. “Me gustaría abrir mi propio club de gimnasia y también pienso en alguna posición en una organización; digamos, el Comité Olímpico Ucraniano. Antes, tengo que finalizar mis estudios”. Y ríe. Sonríe. También Slava. También Zhan. Que ya amanece el 24 de febrero de 2023.
Publicado el 24 de febrero de 2023