Martín Caparrós: "El fútbol es el espacio de la salvajería feliz"
Martín Caparrós: "El fútbol es el espacio de la salvajería feliz"

CONVERSATORIOS MUNDIAL 2022 | MÉXICO VS ARGENTINA

Martín Caparrós: "El fútbol es el espacio de la salvajería feliz"

El escritor argentino, una referencia del periodismo narrativo en español, nos ayudó a abordar el encuentro entre México y Argentina en Qatar 2022 desde otra perspectiva. Una plática a profundidad sobre el nexo socio-cultural entre ambos países, los retos del periodismo deportivo, las contradicciones éticas del Mundial, Messi y Maradona...

Martín Caparrós, el cronista de fútbol (y de tantas otras cosas) que no recuerda los partidos que ve. ¿Quién mejor que el periodista viajero, el díscolo disidente, para guiarnos por los entresijos de un partido de fútbol entre Argentina y México y sus paradojas, su poesía, su trascendencia?

- ¿Qué es el fútbol para ti, Martín?

En algún momento lo definí como mi espacio de la salvajería feliz. Sé que el fútbol no es muy importante. Sé que el hecho de que 11 muchachos traten de patear un cuero inflado para jugar donde otros 11 intentan impedírselo no cambia nada, no significa nada, nada que valga la pena y, al mismo tiempo, en muchos momentos, cuando hay algún partido que me interesa, en que no estaría haciendo ninguna otra cosa que ver ese partido, y preocuparme, emocionarme, excitarme por algo que, te digo, no vale gran cosa. Entonces, por eso digo que es un momento de la salvajería feliz. Yo, que soy una persona muy racional, que piensa mucho todo, de tanto en tanto, durante 105 minutos, 90+15, me transformo en una especie de animal un poco insoportable. Está bueno encontrar un espacio donde uno no sea el mismo de siempre. Quizá ese espacio sea el fútbol.

- En alguna ocasión escribiste que el fútbol es uno de los temas menos prestigiosos del mundo...

No me acuerdo exactamente de haber escrito eso. En general no me hago cargo ni de lo que digo ni de lo que escribo. Se me cruzan palabras y después se surgen y se justifican solas. Lo que me evoca esa frase es que uno puede hacerse el vivo y el elegante comentando una obra de teatro, alguna serie, alguna película, pero si comentas un partido de fútbol ahí pierdes totalmente la elegancia. Te conviertes en un ser inferior, al menos en un cierto mundo que me importa muy poco. Ha habido un cambio, porque cuando era chico, en los años 60, la mayoría de los intelectuales que escuchaba, los amigos de mis padres, los círculos de izquierda tenían la idea de que el fútbol era una especie de opio de los pueblos que había que condenar, porque distraía al pueblo de sus verdaderos objetivos. Ahora, como no sabemos cómo se podría cambiar la sociedad, hay muchos más intelectuales que se interesan por tratar de entender qué es el fútbol. Es uno de los grandes fenómenos culturales del Siglo XX y XXI. Es un hecho de una magnitud impensable. Solo dos cosas te digo al respecto. Siempre me ha llamado la atención la idea de que si el fútbol no existiera nadie lo extrañaría. No se nos hubiera ocurrido ni siquiera. Y, por otro lado, la prueba de esa presencia y esa potencia del fútbol es que, por ejemplo, la final de Moscú, en 2018, dicen que hubo 1,100 millones de personas mirándola. 1,100 millones de personas haciendo lo mismo al mismo tiempo. Eso es algo que no había sucedido en ningún otro punto de la historia.

No hay entidad que produzca con más intensidad el 'efecto patria' ahora mismo que los Mundiales

Martín Caparrós

- 1,100 millones haciendo, además, nada. Mirar una televisión. Tomar un rol un tanto pasivo, más allá de que están consumiendo un producto...

Esa es la gran paradoja. Lo hace por un lado interesantísimo y, por otro, un poco detestable. Sí, efectivamente, el fútbol es una situación que te transforma en espectador, radicalmente espectador. Lo único que te deja ser es espectador y de una manera tajante. Hay una paradoja muy curiosa y es que el fútbol está hecho para que uno lo mire, para que te sientes en salón de tu casa, o en el estadio, y mires. Y, sin embargo, ese hecho que está inventado para ser mirado es de las cosas más opacas que conozco. Uno no se entera de nada de lo que pasa detrás de eso que te quieren mostrar. Uno sospecha muchas cosas. Ahora, cada vez hay más prensa deportiva que de alguna manera cuenta historietas, cositas, secretos sobre lo que sucede detrás de esa pantalla, pero uno no se entera de nada. Recuerdo que hice hace 15 años, o más, un libro que se llama Boquita, que trataba de recuperar la historia de Boca Juniors y qué significa ser de boca. Cuando empecé a pensar en esa posibilidad dije 'qué bueno, voy a poder meterme en lugares a donde nunca antes podría haber llegado'. Pensaba en acompañar a los jugadores en algún viaje, estar con ellos y escucharlos, ver cómo se desenvolvían. No, no hubo ninguna posibilidad. Se me cerraron las puertas absolutamente. Ellos suelen hacer eso. Ahí está esa paradoja curiosa: algo hecho para que lo miremos no nos lo dejan ver.

- Parece que a mucha gente no le importa permanecer en ese rol pasivo, ¿no?

No solo no nos importa quedarnos como espectadores, sino que el ámbito de aquello que miramos se amplía y se amplía. Estoy muy alucinado con un fenómeno de los últimos 5-6 años que cada verano lo noto cada vez más en España: la cantidad de notas que se publican sobre posibles ventas de jugadores, el 98% de las cuales no se realizan nunca y, sin embargo, ahí están miles y miles de personas prestándole atención a algo que no es nada, que es la idea de que quizá fulano vaya a ser vendido a tal club. Es el colmo del espectáculo vacío y, sin embargo, eso pasa. Los medios viven de eso durante el verano. Es sorprendente la cantidad de cosas que aceptamos mirar, aunque no sepamos no tengamos ni idea de lo que hay detrás.

- En esta lógica, ¿se puede ser un ciudadano completo, preocupado por su entorno, activo, participante y, al mismo tiempo, un aficionado al fútbol? ¿Se puede a la vez espectador de algo y ciudadano en la vida pública?

Quiero creer que sí, si uno sabe poner límites. Yo tenía esta idea del espacio de la salvajería feliz porque en esos 90 minutos nada me interesa más que estar ahí, pero al día siguiente no voy a estar pensando en eso. Habrá muchas otras cosas que me importan más. El problema es cuando esos 90 minutos desbordan toda tu vida y lo único que haces es mirar y pensar en eso, sufrirlo. Creo que sí es un poco triste y hay casos extremos de eso. Cuando fue la famosa y nefasta final de la Libertadores que se terminó jugando en el Bernabéu, entre Boca y River, Argentina parece haber sido incapaz de organizar un partido de fútbol. Bueno, fui a ese partido, Boca perdió. Salí. Claro que hubiera querido que Boca ganara, pero al día siguiente estaba pensando ya en otras cosas. Ese día, en un programa de televisión vi un reportaje: una cámara que había salido a dar vueltas a los alrededores del Bernabéu después del partido se encontró a un muchacho argentino que se había quedado sentado en la acera, muy deprimido; le preguntaron qué le pasaba, tenía la camiseta de Boca, y respondió 'es el peor momento de mi vida'. Así, tal cual. 'El año pasado se murió mi mejor amigo, pero esto es peor'. No puede ser. El hecho de que 11 muchachos en pantalones cortos se dejen meter dos goles más que los 11 de frente le parezca a un ser humano peor que la muerte de su amigo... ahí estamos jodidos. Publiqué en el New York Times una columna llamada, algo así, Contra los Hinchas. Trataba sobre si ser hincha llamaba a ese tipo de absurdos. Afortunadamente no es así en la mayoría de los casos, pero cuando es así a mí me irrita un poco.

- Y esto tiene que ver con el 'efecto patria' que describes en varias columnas. Esa enajenación también tiene que ver con el nacionalismo futbolero...

Sí, lo llamaba 'efecto patria'. Uno se convence de que tiene cosas en común con gente con la que no quiere tener absolutamente nada en común. El futbol es muy bueno para eso. Pensé quizá por primera vez claramente en eso un día que grité un gol de Argentina, hace 45 años; pensé en ese momento que el general Videla, un asesino que mató a millones de personas, debe estar gritando gol también. Dije ‘yo no quiero compartir una alegría con el general Videla; lo siento, pero no quiero’. Entonces ahí me parece que hay un problema. La idea de la patria, lo nacional, como limando todas las otras diferencias. Por supuesto, voy a seguir gritando todos los goles de Argentina, pero hay algo que me incomoda mucho en eso y contra lo cual quiero cuidarme también. No hay entidad que produzca con más intensidad el 'efecto patria' ahora mismo que los Mundiales. Cada país empieza a sentirse intensamente unido contra los enemigos. En un punto es un avance: mejor eso a tener que ir a la guerra, pero se podría tomar con un poco más de calma. No sé cómo sea en México, pero en Argentina el hecho de ser un hincha de un club es mucho más intenso que ser hincha de la selección. Generalmente las selecciones, pese que crean ese 'efecto patria', son un rejuntado de muchachos, muchos de los cuales no juegan en sus países. No los conocemos, no sabemos quiénes son, no los has visto nunca, no tienes una cercanía afectiva con ellos; una vez cada cuanto se ponen la camiseta y salen a jugar. En cambio, los de tu club están ahí todo el tiempo. Por un lado, esa explosión de nacionalismo que producen los Mundiales y los partidos de la Selección y, por otro, una manera más distante de relacionarse con el equipo que en realidad existe cada tanto.

- ¿Escribiste que la velocidad con la que olvidas un partido es directamente proporcional a la intensidad con la que lo miras, ¿por qué te pasa eso? Es, además, una paradoja, ¿no? El cronista de fútbol que olvida los partidos...

Sí, sí, me pasa. Es eso que te decía de la salvajería, pero con un límite. Me gusta mucho ver los partidos. Esta noche ridículamente voy a ver con mi hijo un Boca-Corinthians que se va a jugar a las 2:00 de la mañana, hora española. A esa hora no estoy despierto por prácticamente ninguna otra cosa; sin embargo, esta noche nos vamos a quedar despiertos. Lo vamos a ver, lo vamos a pasar juntos. Eso me encanta, pero probablemente pasado mañana ya no sepa ni cómo quedó el partido. Envidio mucho a esa gente que se acuerda, por ejemplo, que en 2018 ganamos 4-2 con goles de fulano. Yo no me acuerdo de nada. No lo sufro tampoco si esta noche perdemos. No pasa nada. Y, si ganamos, estaré contento un rato porque he pasado un buen momento; mañana a la mañana me despertaré puteando por haberme dormido tan tarde.

- Tus primeras andanzas en el periodismo fueron como periodista deportivo, en la revista Goles. Cuéntame cómo fue tu experiencia allí y en el periodismo deportivo...

Uffff, era patético. Había empezado a trabajar en un diario que se llamaba Noticias. Tenía 16 años. El gobierno cerró ese diario al cabo de ocho meses, en agosto si no recuerdo mal. Mi jefe de sección, que era policial, era Rodolfo Walsh; el jefe de redacción era Juan Gelman. El director era Miguel Bonasso, que luego tuvo que exiliarse en México. Gente que yo respetaba muchísimo. Nos cerraron muy rápido y yo quería seguir trabajando. Me había picado ese bichito del periodismo y quería tratar de seguir de alguna manera. Lo que conseguí fue que me tomaran en la revista Goles. Me hicieron una prueba y me mandaron a entrevistar a un número 3 de Independiente, que era un uruguayo, 'El Chivo' Pavoni. Yo, que quería el trabajo a toda costa, entregué dos versiones de la entrevista. No me acuerdo de las diferencias, quizá una fue en formato pregunta-respuesta y la otra una especie de relato de la situación. El director de Goles, que se llamaba García Blanco, me dijo 'está bien, te voy a tomar, se ve que sabes escribir, pero nunca más escribas así, esto es la revista Goles, no te hagas el vivo'. Lo que hizo fue mandarme a los partidos menos apetecibles que había y yo tenía que hacer una crónica pequeña, 10 líneas sobre el partido. Lo difícil era que había que calificar a los jugadores, ponerles un número del 1 al 10, cosa que en ese entonces solo hacían la revista Goles y la competencia, que era El Gráfico. Debo confesar que, a veces, a la salida de los partidos que no había visto a nadie, porque no existía la televisación de hoy en día, charlaba con el colega de El Gráfico para no decir cosas demasiado distintas. A veces negociábamos un poco algunas calificaciones. Eso duró un año, más o menos, porque luego tuve que irme de Argentina.

- ¿Hay futuro en el periodismo deportivo? Parece que hoy en día está un poco desprestigiado...

Quisiera creer que sí. Hay algunos cronistas de fútbol, algunos periodistas futboleros, que leo con mucho gusto y mucha admiración. Por otro lado, está claro que es muy difícil contar un partido, algo que siempre es más o menos lo mismo. Por supuesto, cada uno tiene sus características, pero al fin y al cabo son once contra once, en 90 minutos, se hacen tres o cuatro goles; ganan, pierden o empatan. Tampoco hay tantas variantes. Además, se lo estás contando generalmente a gente que vio el partido. Siempre es contar algo parecido a alguien que, además, ya sabe lo que le están contando. Tiene mucho mérito y hay mucha gente que lo hace excelentemente bien. El asunto es que no son la mayoría, como suele pasar, y peor es que muchos medios tampoco lo pretenden. Esa es la pena. Pero hay. En AS leía con mucho gusto, y se lo dije hace poco, las historias de fútbol que contaba Juanma Trueba. Ahora no está más. En El País escribí bastante sobre el Barcelona porque viví allá, estaba acreditado, y me daba mucho gusto esa idea de estar en el palco y tener la adrenalina de entregar algo a los 15 minutos de terminar el partido. Son cosas de inmediatez y, al mismo tiempo, tratar de hacer algo que valiera la pena. Cada mañana me levantaba y veía que Ramón Besa lo había contado mucho mejor que yo. Me llenaba de odio (risas). Hay poca gente que hace muy buenos relatos con una materia que es muy difícil por lo repetida y conocida. La pena es que los medios no incentiven más eso, no lo busquen más y, en cambio, se llenen de historias falsas de ventas, en el mejor de los casos. A veces esas notas son un negocio de alguien que trata de que un periodista escriba que a fulano lo van a mandar por 30 millones a tal lugar para ver si le saca 35 al otro. Hay cosas incluso bastante peores que simplemente una 'mentirijilla'. Me parece que en casi todos los ramos del periodismo pasa.

La gran diferencia con Maradona, a quien vi bastante, es que Messi era casi siempre Messi y Maradona era Maradona de vez en cuando

Martín Caparrós

- ¿Es Qatar el primer Mundial desnaturalizado? ¿El primer Mundial en el que el fútbol es lo menos importante? Tenemos las múltiples denuncias de corrupción, violaciones a los Derechos Humanos, restricciones a las libertades individuales...

No estoy de acuerdo. Por desgracia, hay muchos antecedentes de Mundiales abominables. El Mundial del 34 en Italia. En el 78, hubo un Mundial en Argentina mientras la dictadura mataba gente a 500 metros del lugar donde se jugó la final. Incluso en 2018, mientras Rusia ya había ocupado Crimea y se preparaba para continuar su ofensiva hacia Ucrania. Lamentablemente hay una gran tradición de Mundiales en lugares abominables. La FIFA se destaca precisamente por apoyar lo peor, en muchos casos. En el caso de Qatar se les nota un poco más porque lo cambiaron de momento: es ridículo que se juegue un Mundial en noviembre. Los qataríes son tan brutos que no paran de echar más leña al fuego. Esto que dijeron que cualquiera que tuviera un gesto homosexual en público podría ir siete años preso. ¿Para qué? Me parece que, no sé, o están muy decididos a usar esto para imponer sus ideas del mundo, o podrían ser un poco más astutos y callarse un poco la boca, hacerse los tontos. Se supone que esto lo hacen para lavar esa imagen de extremismo conservador, pero lo que están consiguiendo es lo contrario. Había muchísima gente en el mundo que no tenía idea de que Qatar era un oasis que tenía ese nivel de conservadurismo. No entiendo la operación, para qué lo están haciendo.

- En México se 'le va' a un equipo. En Argentina 'se es' de un equipo. ¿A qué se debe estar diferencia?

Pasó algo raro que no termino de entender. No parece que haya razones claras. En el sur de América el fútbol se instaló como en ningún otro lugar del mundo. Después, poco a poco fue ganando espacio en muchos otros, pero durante muchas décadas el futbol de esos tres países, Argentina, Brasil y Uruguay fue mejor que el del resto. No tiene ninguna lógica. Se engancharon con el fútbol. Ahí hay una diferencia que se mantiene, aunque muy aminorada por muchas razones. Luego valdría mucho la pena hablar sobre ellas, porque mi hipótesis es que la formación de los chicos, de los nuevos jugadores, cambió mucho en los últimos 20-30 años, y por eso se democratizó el buen fútbol. Antes veías que había ciertas cosas que las hacía un brasileño, un argentino, un uruguayo, ciertas gambetas, la química con la pelota; eran épocas en la que cada uno aprendía en la calle delante de su casa, en el patio del colegio, en el barrio con los amigos, lo único que había que aprender era con lo que tenía alrededor. En cambio, ahora los chicos aprenden viendo a Neymar, Mbappé y Messi en la tele. Lo que aprenden ya está globalizado, ya no es lo que hay en el barrio. Es lógico que se haya perdido este monopolio del fútbol bonito que solía haber en el sur, pero en esa tradición México siempre tuvo un estilo de ir a la pelea, más que de delicadeza y sutileza. Me parece que sí que hay formas distintas de pensarlo y sentirlo que tiene que ver con ese azar histórico que el sur de América fuera un lugar especialmente fértil para el fútbol y, por lo tanto, que su gente se dedicara a él con mucho más entusiasmo.

- ¿El fútbol es el principal nexo entre México y Argentina?

No diría que es el principal nexo. Desde que México se retiró de la Copa Libertadores ahora hay muy poco juego entre mexicanos y argentinos actualmente. Pasa algo que comentaba en Ñamérica: dentro del continente es raro que miremos a los otros países; tanto en Argentina como en México es bastante habitual que uno mire un partido de la liga inglesa o la española, pero en Argentina nunca se vio un partido de la liga mexicana y me imagino que en México se deben ver muy pocos partidos de la liga argentina también. No nos miramos entre nosotros y lo que estoy diciendo para Argentina y México vale para los otros 20 países; no miramos a Uruguay, Perú, ni Colombia y Venezuela. Ahí hay algo en lo que el fútbol no nos une, sino que más bien lo hacemos parecido, tenemos formas parecidas de encararlo, pero no nos miramos los unos a los otros. Eso es una diferencia rara. Creo que no, que entre México y Argentina, no sé, seguro mi mirada está un poco sesgada porque tengo varios buenos amigos mexicanos y porque me interesa lo que se escribe en México y porque conozco el país. Una vez o dos al año me toca ir para allá y me siento contento. Mi relación con México pasa por varios otros lugares antes que por el fútbol y la verdad es que me gustaría que así fuera en general.

- ¿Existe en la sociedad argentina una especie de rivalidad futbolística con México? Esto, claro, a raíz de los partidos en 2006 y 2010 y cierto encono que se ha ido cultivando en redes sociales...

Me parece que, por un lado, el futbol consiste en aprovechar todas las oportunidades que tengas para tomarle el pelo al otro. En este caso está ese morbo. Esas eliminaciones en Mundiales del lado argentino se ven un poco como una caricatura de lo que somos, una especie de falsa superioridad, y dentro de esa lógica un argentino te diría que nuestro Clásico es con Brasil. Hubo una época en la que se quiso inventar un Clásico Argentina-Chile; los chilenos lo decían así porque jugaron dos finales de la Copa América y los argentinos los veían por encima del hombro y decían 'no se agranden, muchachos'. Creo que en este caso, algunos argentinos te contestarían esto respecto a México. Yo, no, porque soy muy respetuoso. Tiene ese morbo, sí. El gol de Maxi Rodríguez. Así se van armando esas tradiciones. Cuando hay momentos que de alguna manera se hacen memorables y que hacen que el otro partido ya esté anclado en una historia y en un relato y pase a formar parte de toda una tradición.

- ¿Te aventuras a dar algún pronóstico?

No, no tengo ni idea. No. Creo que es muy probable... qué se yo. La verdad es que no sé, porque la Selección Argentina es muy rara, parece que funciona muy bien, pero sin que se sepa por qué. Llevaba como 34 partidos invicta, es un disparate que no le haya pasado nunca. Sin embargo, la ves jugar y tiene muchos ratos en los que no produce nada, pero lo cierto es que seguía ganando. Qué será. 2-0.

- ¿Por qué Messi no es un ídolo de masas en Argentina como sí lo fue Maradona?

Son varias cosas. Por un lado, Messi nunca jugó en Argentina, se fue cuando tenía 12 años. Qué suerte nos tocó que viniera a jugar para nosotros, ya que no era uno de los nuestros, como si claramente lo era Maradona, que antes de irse jugó en Boca y en Argentinos. Tiene que ver con el dramatismo o la falta de él. Creo que Messi fue mejor jugador que Maradona. Vi mucho a Messi en Barcelona, iba mucho al Camp Nou y la gran diferencia con Maradona, a quien vi bastante, es que Messi era casi siempre Messi y Maradona era Maradona de vez en cuando. Messi, durante varios años, siempre fue extraordinario, pero eso le jugaba en contra, porque Maradona siempre establecía una especie de dramatismo extremo. Maradona siempre jugaba como si estuviera a punto de perder, de perder la pelota, la posesión, de perder todo lo que se puede perder, y a veces, muchas, terminaba ganando, y entonces era dramático y maravilloso. En cambio, Messi siempre jugó como si las cosas increíbles que hacía fueran lo más normal del mundo. Impresionaba mucho menos y no te daba esa sensación dramática que Maradona derrochaba. También está la cuestión de que Maradona siempre fue un demagogo. Hace un tiempo me pidieron que escribiera un artículo sobre Maradona y sus relaciones con el poder y empecé a mirar con un poco más cuidado; lo que me quedó muy claro, lo que definió las relaciones de Maradona con el poder, es que en Argentina siempre estuvo cerca de él, estuviera quien estuviera. Maradona se sacaba foto con todos los presidentes y decía que era maravilloso y extraordinario, y sin embargo consiguió hacerse una fama de ir siempre a la contra. En cambio, Messi nunca habla, no le importa nada, y eso le falta. Lo más interesante en el Mundial de Qatar es ver si Messi aprovecha o no esta última oportunidad que tiene para convertirse en un héroe indiscutible. Si no gana este Mundial, seguirá siendo para los argentinos un gran jugador que no terminó de cuajar en selección. Lo trágico de la situación es que esta oportunidad le llega cuando está claramente en decadencia. Llevo cuatro años diciendo que Messi ya no es lo que era por una cuestión muy concreta, que es la cantidad de pelotas que pierde, los tiros que no van para donde tenían que ir. Cualquiera que anote lo que hace Messi en un partido se da cuenta que ya no es lo que era. De vez en cuando aparece algún destello. Sí, vuelve a ser 40 segundos aquel fenómeno y después te pasan este clip por las televisiones del mundo; para eso perdió ocho pelotas seguidas. Habrá que ver si en medio de todo eso puede sobrellevarlo. Lo que tiene la Selección Argentina, que hasta ahora no había tenido, es que Messi ya no es indispensable. Hace 10 años, ese equipo no funcionó porque todo giraba alrededor de Messi. Ahora, más o menos, hay un equipo en el cual Messi es un plus maravilloso, pero no es la pieza única sin la cual nada funciona. Eso es lo que me da un poco de esperanza.

Ese hecho (el fútbol) que está inventado para ser mirado es de las cosas más opacas que conozco

Martín Caparrós

- Además está el ingrediente de que Maradona era un personaje casi literario, trágico, lo cual enganchó a mucha gente..

Si, claramente. Maradona era un gran personaje. Messi nunca va a ser un gran personaje, pero creo que es el mejor jugador que he visto. Insisto, porque lo vi mucho y no hubo partidos durante varios años en los que no hiciera varias cosas extraordinarias. Me acuerdo que escribí que me parecía el mejor de la historia al día siguiente de una final de la Copa del Rey que el Barcelona jugó contra el Athletic de Bilbao en 2015. Una jugada muy famosa en la que lo tienen tres-cuatro vascos arrinconado contra la raya de la derecha, en una situación en la que no había manera de que saliera de ahí. Y algo pasó. Salió entre los cuatro, llegó hasta el área chica e hizo el gol. Era inverosímil. Totalmente inverosímil que hiciera eso. Al día siguiente lo escribí. Esa misma mañana, en El País, Ramón Besa escribió 'ahora sí estoy convencido de que es el mejor de la historia'. Los dos coincidimos. Quizá lo que nos convenció fue la regularidad. La capacidad de hacerlo una y otra vez. De hacer cosas aparentemente simples, que parecían muy fáciles de contrarrestar y que nadie conseguir hacerlo. Y, mientras tanto, no vale nada. Nadie se acuerda de una frase de Messi.

- ¿El fútbol es mejor que una novela? ¿O es una novela en sí misma?

Sí, eso pasa porque el fútbol tiene la gran ventaja de ser cierto. Cierto dentro de sus límites, dentro de sus reglas. Si alguien hubiera escrito cómo el Madrid iba a ganar la Champions el último año sería un mal guionista, porque estaba lleno de obviedades, de inverosímiles, cosas que no tenían ningún sentido. El hecho de que fueran ciertas le da un valor que en ficción no habrían tenido. Eso es lo que hace toda la diferencia. Dentro de ese mundo ficcional que son 22 muchachos en una cancha con una pelota de por medio. Aceptamos que todo lo que sucede en ese mundo ficcional es cierto y en una ficción no todo vale, porque hay demasiadas cosas que son obvias, o tontas. Uno ve muchas veces partidos de fútbol esperando que pasen esas cosas que te saquen totalmente del libreto. Es curioso que después de ver miles y miles de partidos todavía puedas ver cosas que no han sucedido todavía. Eso es fantástico.

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