La neutralidad política del Comité Olímpico Internacional ha sido cuestionada nuevamente mientras las denuncias contra China se han multiplicado durante los Juegos de Invierno. AS consultó a dos especialistas y al embajador de China en México al respecto.
Más allá de los sólidos cuádruples de Nathan Chen, la infranqueable velocidad de Niels van der Poel, o el escándalo de doping de la prodigiosa Kamila Valieva, los XXIV Juegos Olímpicos de Invierno serán recordados por el tinte político que los ha envuelto. Las tramas de los conflictos geopolíticos actuales resonaron en Pekín 2022: la ‘nueva Guerra Fría’ Rusia-Estados Unidos, condensada en la esfera deportiva en el caso del doping de Estado que mantiene al país euroasiático suspendido de usar su bandera y símbolos en competencias olímpicas; y la dicotomía China-Estados Unidos por la supremacía global, un complejísimo entramado de sanciones mutuas, amenazas arancelarias, guerras mediáticas y comerciales recrudecidas durante la administración Trump. En los Juegos Olímpicos de Pekín confluyeron discusiones sobre Derechos Humanos, dopaje, las libertades fundamentales de atletas y espectadores en el marco de las restricciones sanitarias por el COVID-19, la habitual utilización de los Juegos como una plataforma propagandística; y la neutralidad política del Comité Olímpico Internacional, puesta a prueba una vez más.
Y es que el escrutinio sobre un país sede de los Juegos Olímpicos amerita revisar la puesta en práctica de los valores consagrados en la Carta fundacional del COI: no discriminación y respeto a las libertades y derechos fundamentales. Dichos criterios están en el centro de la discusión en torno a Pekín 2022: las alegaciones hechas por organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, basadas en revelaciones periodísticas de la BBC, sobre un abuso sistemático contra la minoría musulmana uigur en la provincia de Xinjiang, constituyen el corazón del conflicto que ha rodeado a la cita invernal. De acuerdo con diversas entregas de la cadena pública británica, sustentadas en reporteo a pie, análisis de imágenes satelitales y recolección de testimonios, China habría lanzado desde 2018 una campaña de ‘limpieza étnica’ en Xinjiang (provincia ubicada al extremo este del país, colindante con Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán y Mongolia). Pekín justifica la intervención como una maniobra anti-terrorista, una operación necesaria para erradicar el ‘extremismo religioso’ de grupos separatistas-nacionalistas. El gobierno de Xi Jinping, siempre según los reportes, se habría valido de ‘campos de reeducación’ (utilizados para ‘adoctrinamiento político’ y trabajos forzados), campañas de esterilización, redadas masivas, abortos forzados y supresión de prácticas religiosas. China ha definido reiteradamente que no son 'campos de concentración', sino 'centros de entrenamiento voluntario'. Naciones como Estados Unidos, Canadá y Países Bajos han tildado los supuestos actos como un “genocidio”.
La tensión en el Tíbet, la represión a las protestas en Hong Kong (y la subsecuente promulgación de la Ley de Seguridad Nacional, que se ha saldado con la detención de cientos de periodistas y activistas, acusados de ‘interferencia extranjera’), el conflicto político entre la República Popular China y la República de China (Taiwán), y el caso de la tenista Peng Shuai también han compuesto los señalamientos en contra de China. El último, en específico, hizo partícipe al COI del tinglado, en tanto la protagonista era una deportista. Shuai desapareció de la vida pública durante 18 días en noviembre de 2021 después de publicar un mensaje en Weibo, la principal red social de China, en el que acusó a Zhang Ghaoli, exviceprimer ministro chino y oficial de alto rango del PCC, de violencia sexual. El ‘posteo’ fue eliminado media hora después. Ni la WTA, ni ninguna jugadora activa, fueron capaces de contactar a Peng Shuai durante más de dos semanas. El suceso escaló hasta la portavoz del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, Liz Throssell, quien demandó a China que probara el bienestar de la tenista.
Mientras la WTA anunciaba la cancelación de todos sus torneos en China, el 20 de noviembre el Global Times, un diario de propiedad estatal, publicó en Twitter un par de vídeos que mostraban a Shuai en un restaurante. Un día después, Thomas Bach, presidente del COI, pudo hablar con la deportista a través de una video-conferencia. El Comité no dio a conocer el material audiovisual de la charla, pero sí declaró que Shuai se encontraba “bien”. La participación del COI no apaciguó las preocupaciones en torno al paradero y la integridad física de la tenista. El 2 de diciembre, Bach volvió a ponerse en contacto con Shuai y, dos semanas más tarde, el diario singapurense Lianhe Zaobao la entrevistó en un evento de esquí celebrado Shanghai; ante cámaras y micrófonos, Peng Shuai negó haber hecho una acusación directa y atribuyó el escándalo a “un malentendido”. A inicios de febrero, ya con los Juegos Olímpicos de Invierno en marcha, reiteró en charla con L’Equipe: “Nadie abusó de mí”.
No fueron pocas las voces que reclamaron al COI un posicionamiento más contundente. Algunas, incluso, acusaron al organismo de “prestarse a la propaganda china”. Elaine Pearson, oficial de Human Rights Watch, aseveró, a razón del caso-Shuai: “Francamente, es una desgracia ver al COI participar en esta farsa del gobierno chino”. A lo largo de varias ruedas de prensa, desde 2020 hasta ahora, el COI ha apelado a la Carta Olímpica para zanjar los cuestionamientos que se han acumulado. En octubre de 2021, uno de los vicepresidentes del Comité, el australiano John Coates, volvió a distanciar a la organización de cualquier injerencia: “No somos un gobierno. Tenemos que respetar la soberanía de los países que organizan los Juegos. El COI tiene la encomienda de asegurar que no haya abusos a los Derechos Humanos al conducir la celebración de los Juegos, ya sea entre los Comités Nacionales, o en el movimiento olímpico en su totalidad. No tenemos la habilidad para ir a un país y decirles qué hacer. Lo único que hacemos es otorgarle los Juegos bajo ciertas condiciones, pactar un contrato de sede y asegurar que se siga”.
Para Fernando Arrechea, Doctor en Ciencias del Deporte por la Universidad Católica San Antonio de Murcia y especialista en olimpismo, la postura del COI es problemática pero necesaria e inevitable, ya que esa ‘no intervención’ es parte de su éxito: “Ello le ha llevado, históricamente, a tener buena relación con todo tipo de regímenes políticos totalitarios, como la Alemania de Hitler ('36), la URSS ('80) o la China comunista (2008 y 2022). Las contradicciones éticas y morales de esa política son evidentes, pero no las van a cambiar jamás. Sería el fin de los JJOO, un evento que triunfó frente a sus competidores ideológicos (las Olimpiadas Obreras socialistas y las Espartaquiadas comunistas). Si rompiera su neutralidad, esos competidores renacerían”. Erasmo Zarazúa, académico del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana, explicó que el problema radica en que si el COI llegara a emitir algún statement político, sentaría un precedente que debería aplicarse para situaciones semejantes en el futuro: “No puede convertirse en juez de qué está bien y qué no. ¿Está forzado a hablar? Sí y no. Hay puntos muy importantes, como Derechos Humanos, la inclusión de las mujeres, en los que el COI sí se ve un poco apretado en pensar qué tanto decir y qué tanto no".
Las contradicciones éticas y morales de esa política son evidentes, pero no las van a cambiar jamás
Fernando Arrechea, Doctor en Ciencias del Deporte
A falta de un improbable posicionamiento político del COI, la política exterior entró en escena. Estados Unidos formalizó un ‘boicot diplomático’ a los Juegos de Invierno el 6 de diciembre de 2021; esto es la negativa de enviar a delegados del gobierno a la cita. "La representación diplomática u oficial de EEUU trataría estos juegos como un negocio normal frente a los atroces abusos a los Derechos Humanos de la República Popular China en Xinjiang, y simplemente no podemos hacer eso", declaró Jen Psaki, la secretaria de prensa de la Casa Blanca. En las semanas posteriores se unieron al órdago de la administración Biden Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, India, Kosovo, Taiwan, Lituania y el Reino Unido. El ‘bloqueo’ no contempló, en ningún caso, la ausencia de atletas.
AS entrevistó al embajador de China en México, Zhu Qingqiao. Esta fue su respuesta al cuestionarle sobre el boicot y las denuncias internacionales: “Varios países inventaron una serie de mentiras ridículas con el fin de calumniar y difamar a China y llevar a cabo un boicot diplomático contra nosotros, como lo han llamado los medios de comunicación occidentales. Estas medidas han sido relevadas por la verdad desde hace tiempo. Este show está basado en prejuicios ideológicos, mentiras y rumores. No lograrán nada más que hacer que toda la comunidad internacional sea consciente de sus intenciones; estos países van a perder, aún más, su moralidad y reputación. Sus acciones han violado gravemente el principio de la neutralidad política del deportive establecida por la Carta Olímpica. Están del lado opuesto a los deportistas y aficionados de todo el mundo”.
“Los JJOO de Invierno no son una escena para los shows o maniobras políticas”, continuó Zhu Qingqiao su alegato, en consonancia con la línea argumentativa que ha utilizado China para replicar las alegaciones, “los JJOO son un evento para todos los atletas y aficionados a los deportes de hielo y nieve. Ellos son los protagonistas. Por eso, este show de ciertos países y sus intentonas políticas no van a lograr el apoyo popular y están destinadas al fracaso”. El diplomático ponderó que, desde su óptica, son más quienes avalan la celebración de los Juegos en China: “Las voces y las acciones de la comunidad internacional van a apoyar a los JJOO de Invierno de Pekín son cada vez más fuertes; por ejemplo, el secretario general de la ONU, António Guterres, y los jefes de Estado y de gobierno de varios países, como Rusia, Argentina, Ecuador, Qatar y los responsables de diversas asociaciones internacionales confirmaron su presencia a la inauguración de los JJOO”.
Varios países inventaron una serie de mentiras ridículas con el fin de calumniar y difamar a China
Zhu Qingqiao, embajador de China en México
Pese al rechazo del COI y de China de “politizar los Juegos”, la discusión entró de lleno en la agenda de Pekín 2022 cuando Yan Jiarong, portavoz del Comité Organizador, se refirió a las acusaciones en la rueda de prensa oficial (convocada por el COI a diario) correspondiente al 17 de febrero. "Estas cuestiones son irrelevantes para los Juegos de Invierno, pero me siento obligada a hacer un comentario rápido otra vez", introdujo la vocera. "Estas cuestiones se basan mayormente en mentiras. Algunas autoridades han discutido esta información falsa con muchas pruebas sólidas", afirmó Yan. Poco después, Jiarong llevó la cuestión del encaje taiwanés al escenario olímpico: “Taiwán es parte indivisible de China y este es un principio internacional reconocido. Solo hay una China", sentenció. La isla, cuyo nombre político 'de facto' es 'República de China', está autogobernada desde 1949, después de que concluyó la Guerra Civil. El régimen derrocado huyó a Taiwán y, desde entonces, instaló en la isla una suerte de Estado propio, paralelo a la República Popular China e, incluso, goza de relaciones diplomáticas con 14 países y reconocimiento oficial del COI, que lo bautizó, para evitar diatribas, como ‘China Taipei’.
Amnistía Internacional alertó en enero de 2022 que China podría aprovechar los Juegos de Invierno para sportswashing, un término usado para definir la práctica en la que un grupo de poder hace uso de la industria del deporte para mejorar su reputación. “Los Olímpicos de Pekín no deberían permitirse ser una mera oportunidad de sportswashing para las autoridades chinas, y la comunidad internacional no debería ser cómplice de este ejercicio de propaganda”, dijo Alkan Akad, investigador de la organización. Para el Dr. Zarazúa, la instrumentalización propagandística de los Juegos Olímpicos es un lugar común y era de esperarse que China lo hiciera: “No solo pasa con ellos. Para 2024 habrá discusión sobre cómo trata Francia a sus ciudadanos en el Océano Pacífico. También hay que revisar por qué el COI le dio a EEUU los Juegos de 2028 durante el gobierno de Trump”.
No obstante, evalúa el académico de la Ibero, el dilema moral en el que se han convertido los Juegos de 2022 deberían llevar al COI a replantear sus métodos de adjudicación e, incluso, sus principios: “Todo eso es parte de la reforma que se está esperando en el movimiento olímpico, porque son pocos los países que pueden organizar estos ‘gigaeventos’. Y en algún momento comenzarán a repetirse. China y Rusia podrían solicitarlos otra vez. ¿Qué tanto se va a endurecer el COI? ¿Qué tanto va cambiar? ¿Qué tanto va a cambiar también el contexto internacional, dado que ahora no se puede hacer un boicot con los atletas, sino que debe privilegiarse su derecho a competir?”.
Arrechea cree que la estrategia de China tendrá un éxito relativo, “porque el impacto y las audiencias de los JJOO de Invierno son limitadas. Tendrá más éxito a nivel interno (vinculado con las celebraciones del Año Nuevo Chino), que externo”. A nivel internacional, contempla, su cercanía con el COI no se verá afectada y tampoco su posición en el concierto global, toda vez que los Juegos no cambiarán la postura de sus aliados y detractores. “En todo caso, mantendrán su buena relación con el COI, demostrando ser uno de los pocos países del mundo que aún puede organizar unos JJOO ‘como los de antes’, gastando una enorme cantidad de dinero en obras faraónicas y sin sufrir ninguna presión interna de la opinión pública o la prensa”, añadió.
En el último punto que arguye Arrechea estriba el legado de los Juegos de Invierno. Entre el ruido, las controversias y las condenas, los especialistas consultados creen que China, a pesar de todo, podrá hacer patente un mensaje central. La realización de los Juegos obedece a la construcción de un relato geopolítico. “En 2008 fue ‘somos la nueva potencia global’. En 2022 es ‘seguimos siendo la potencia, y ahora también somos el presente y el futuro’. Tenemos la capacidad tecnológica, organizativa y económica de albergar este evento y, además, subirlo de rango”, desarrolla Zarazúa. “A través de la celebración los JJOO de Invierno de Pekín, China va refrendar su firme posición de reconstrucción de una comunidad de futuro compartido con toda la humanidad. Va a inyectar más unidad, convicción y fuerza para que la humanidad pueda dejar cuanto antes la neblina de la pandemia y promover la recuperación socioeconómica global”, manifestó Zhu Qingqiao. “Los JJOO son una ventana muy importante para que China se presente al mundo (...) Demostraremos nuestra imagen de un país responsable, comprometido con el desarrollo sostenible y a reducir la brecha de desarrollo entre naciones”, acentuó el embajador.
‘Los Olímpicos de la culpa’. ‘Los Olímpicos de la vergüenza’. ‘Los Olímpicos de la rehabilitación global post-pandemia’. ‘Los Olímpicos del poder’. Sea cual sea el headline, supeditado al cristal con que se mire, Pekín 2022 dejará una huella.