La revolución bielorrusa tiene rostro de deportista
La revolución bielorrusa tiene rostro de deportista

REPORTAJE | BIELORRUSIA

La revolución bielorrusa tiene rostro de deportista

Yelena Leuchanka y Aliaksandra Herasimenia, dos de las atletas más reconocidas de Bielorrusia, vivieron en carne propia la represión del gobierno de su país. Hoy lideran desde el deporte los esfuerzos para lograr un cambio. Ambas relataron sus historias a AS.

El 30 de septiembre de 2020, Yelena Leuchanka, subcampeona de la WNBA, atleta olímpica en 2008 y 2016, santo y seña del baloncesto bielorruso, fue detenida en el Aeropuerto Internacional de Minsk mientras embalaba su equipaje. Un oficial le tocó el hombro para que se advirtiera su presencia y la de otros dos agentes; no le dejarían subir al avión que la llevaría a Atenas, donde tenía programadas varias sesiones de rehabilitación por lesiones en rodillas y espalda. La policía acató la orden de captura porque detectó, mediante una fotografía en Instagram, que la atleta había participado en manifestaciones “no autorizadas” contra el gobierno que encabeza Aleksander Lukashenko desde 1994.

Yelena, una de 64 atletas que Bielorrusia encarceló en 2020, encontró ‘divertido’ el método con el que la policía escenificó su arresto. Primero, una risa nerviosa. Después, el shock. “Esperaron hasta ese preciso día, hasta el último momento. Tuvieron muchísimas oportunidades de hacerlo antes”, narra. A Yelena no le permitieron hablar con ningún abogado; ese mismo día compareció en audiencia por Skype y el juez la condenó a 15 días en prisión. La fiscalía presentó como evidencia la fotografía en Instagram. La exjugadora del Atlanta Dream pasó la primera noche en los calabozos del distrito policial de Leninsky. Al día siguiente, fue transferida al centro de detención de Okrastina. Las visitas estuvieron prohibidas durante las dos semanas que duró la sentencia; no pudo hablar con sus padres hasta su liberación y las cartas que le enviaron jamás llegaron a su celda.

“Hicieron conmigo lo mismo que con todos”, explica Yelena, “más de 30,000 personas han estado en la cárcel en los últimos meses y nadie pudo ver a un abogado para que los defendiera. Usaron como excusa el coronavirus, pero el gobierno en abril todavía negaba la pandemia. Decían que no había coronavirus en Bielorrusia. Las escuelas, los centros comerciales, las fronteras, todo estaba abierto”. Así, una de las deportistas insignia de Bielorrusia inició un confinamiento forzado por la osadía de salir a las calles cobijada por una bandera rojiblanca (estandarte pre y post-soviético que el régimen actual asocia con el nazismo). “Montaron su show para demostrar que pueden hacerle esto a quien sea, no importa si es famoso o no. Es su estrategia para causar temor en la gente. Toda la experiencia me convenció de que estaba en el camino correcto”, diserta.

La 'Primavera Bielorrusa'

Yelena no estaba muy interesada en la política. Su postura cambió después de las elecciones presidenciales del pasado 9 de agosto, en las que Lukashenko renovó por cinco años su mandato como el único presidente que ha tenido Bielorrusia desde la disolución de la Unión Soviética. Lukashenko, quien aspiraba a su sexto periodo como jefe de Estado, obtuvo el 80.1% de los votos, de acuerdo a datos de la Comisión Central Electoral, pero la oposición desconoció los resultados y tildó al proceso de ‘fraudulento’. “La gente despertó. Muchas personas estaban hartas y exigían un cambio. Empecé a ver cómo el gobierno usaba su poder para meter gente a la cárcel, incluso antes de la elección. Pasaron cosas terribles y simplemente no podía quedarme callada”, cuenta la basquetbolista. Bielorrusia es el único país del continente que no forma parte de la Convención Europea de Derechos Humanos y Freedom House la cataloga como un nación "no libre".

Los comicios de agosto colmaron la paciencia de la oposición bielorrusa. El 6 de mayo, Serguéi Tijanovski, un conocido activista anti-Lukashenko cuyo canal de YouTube, suma 335,000 suscriptores, fue arrestado. De acuerdo a Voa News, el vloggero fue acusado de ser un ‘agente extranjero’ que disponía de $900,000 dólares en efectivo para ‘atentar’ contra las instituciones bielorrusas. Ese mismo día, Tijanovski confirmó sus intenciones de presentarse a la contienda electoral mediante un video colgado en su cuenta de YouTube. La detención del líder opositor provocó la primera oleada de protestas de la ‘Primavera Bielorrusa’. El Centro de Derechos Humanos Viasna reportó que al menos 19 personas habían sido ‘abducidas’ por las fuerzas de seguridad en los días posteriores a la detención de Tijanovski. La Comisión Central Electoral se negó a registrarlo como candidato debido a su indisposición legal; fue su esposa, Svetlana Tijanovskaya, quien tomó el relevo. El 20 de mayo, Tijanovskaya, de 37 años en aquel entonces, profesora de idiomas e intérprete, formalizó su presencia en las boletas y se convirtió, de la noche a la mañana, en el símbolo y la amalgama de la oposición a Lukashenko.

Los arrestos de disconformes con el régimen llegaron a granel. La policía volvió a detener a Tijanovski el 29 mayo mientras discutía con una mujer en una calle de Hrodna, al noroeste de Bielorrusia. El incidente quedó registrado en un vídeo que se viralizó en redes sociales. El activista obtuvo cargos por supuestamente urdir ‘preparativos para una grave rotura del orden público’ y el Ministerio del Interior le abrió una causa criminal por ‘violencia contra oficiales del Estado’. Dos días después, el 31 de mayo, el escrutinio policial alcanzó a Mikola Statkevich, otro icono de la disidencia bielorrusa, quien enfrentó a Lukashenko en los comicios de 2010. Los agentes lo aprehendieron mientras recolectaba firmas en favor de la candidatura de Svetlana Tijanovskaya. Viktor Babaryko, un banquero que había presidido al gigante energético Belgazprombank, subsidiaria de la empresa rusa Gazprom, fue apresado por lavado de dinero y corrupción; Babaryko también sopesaba sumarse a la disputa.

Solo cinco candidatos de 20 iniciales aparecieron en las papeletas. Svetlana Tijanovskaya galvanizó a la oposición y su proyecto adquirió un cariz feminista ante los ataques de Lukashenko. El presidente menospreció a Tijanovskaya por su género: “El país no está listo para que una mujer lo lidere”. En paralelo, las protestas anti-Lukashenko se fortalecieron, aunado a la subsecuente respuesta policial. Viasna reportó que aproximadamente 1,300 personas habían sido arrestadas por participar en ‘protestas no autorizadas’ (delito tipificado en el artículo 23.24 del Código Administrativo bielorruso) entre mayo y agosto de 2020. Finalmente, el día llegó. El 9 de agosto, Lukashenko encabezó el voto popular, seguido de Tijanovskaya (10.12%), informó la Comisión Electoral.

Tras la publicación de los resultados, el ambiente enrareció, aún más. Miles de personas tomaron las calles de Minsk en cuanto la noche cayó. La policía respondió con balas de goma, petardos, granadas y gases lacrimógenos. El gobierno apagó Internet en gran parte del país. Las fuerzas de seguridad bloquearon los accesos a Minsk. Foreign Policy reportó que 3,000 personas fueron arrestadas durante la madrugada en todo el territorio bielorruso. Viasna apuntó que 16 periodistas y 40 observadores internacionales integraban la lista de encarcelados. El gobierno justificó su actuación al argüir que las protestas, "alentadas por Occidente", pretendían el derrocamiento de Lukashenko.

Al día siguiente, Tijanovskaya acudió a la sede de la Comisión Electoral. No apareció públicamente sino hasta 24 horas después, en un vídeo difundido en la televisión estatal en el que pidió a sus seguidores “aceptar la victoria” de Lukashenko, “obedecer la ley” y “dejar de protestar”. “Quizá soy la misma mujer débil que era antes”, dijo a cuadro mientras aparentemente leía un texto escrito. Ese mismo día, el ministro de exteriores de Lituania, Linas Linkevicius, confirmó que la exprofesora se encontraba a salvo en su país. Los sucesos enardecieron a la ciudadanía que no comulga con el gobierno de Lukashenko. La disidencia se organizó para colapsar las avenidas de la capital el 17 de agosto. 200,000 manifestantes, según estimaciones de la BBC, se dieron cita para ‘la Marcha de la Libertad’. Un torrente rojiblanco baño las calles de Minsk como nunca antes. Las protestas y huelgas se volvieron rutinarias y, día con día, añadieron a nuevos partícipes. Como Yelena y la familia deportiva de Bielorrusia.

"Todo lo que viví fue una tortura"

“Simplemente, no podía quedarme callada”, insiste, “no estaba de acuerdo con lo que estaba pasando. Decidí usar mi plataforma. Sentí que era tiempo de apoyar a la gente. Solo hice lo que creí correcto”. Y una imagen de Yelena en aquellas manifestaciones de agosto y septiembre la llevó a una celda de tres metros de largo que compartió con otras cinco detenidas y otros reclusos intermitentes. 15 días, 15 noches. Días en los que era indistinguible, e irrelevante, su inicio y final. Después de su primer sueño, los custodios le retiraron el colchón. Durmió dos semanas con los fierros desnudos del catre clavados en su espalda maltrecha. Las reclusas podían recibir paquetes de su familia, pero no debían pesar más de cinco kilogramos ni contener cartas: “Siguieron usando el coronavirus como excusa. Luego permitieron solo un paquete por semana (…) Hacía frío. Queríamos que la poca ropa que teníamos cubriera la mayor parte de nuestro cuerpo. Queríamos evitar que nuestra piel tocara los fierros, que helaban por la noche. Dormir era imposible”. En 15 días, los guardias condujeron a Yelena y sus compañeras al patio solo cinco veces. “Luego pasaron cinco días consecutivos sin que nos sacaran de la celda”, añade.

- ¿Fuiste torturada?
- (Respira)
- …
- Considero que todo lo que viví fue una tortura en sí misma.
Quitarle recursos básicos a las personas, como almohadas y sábanas es una tortura; dormir sin colchones es una tortura. No poder tomar una ducha caliente en 15 días es una tortura. Que no nos llevaran a caminar es una tortura. No tendrían que habernos golpeado para considerar lo que vivimos como una tortura.
- ¿Pasó algo más?
- Una vez uno de los guardias me empujó con fuerza hacia la celda
. A mí y a mis compañeras.

Yelena Leuchanka, jugadora bielorrusa de baloncesto
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Yelena Leuchanka, jugadora bielorrusa de baloncesto

El día en Okrastina comenzaba a las 6 de la mañana. Los vigilantes se enojaban si las prisioneras no se levantaban al ritmo de los gritos. Amenazaban con quitarles los colchones que quedaban y cualquier otra pertenencia. Prendían la luz, recogían la basura, se retiraban entre soflamas y más gritos. Después, las reclusas doblaban los catres, guardaban (escondían, si había cómo) sus posesiones, y caminaban hacia el comedor para tomar el desayuno. Posterior a ello, los guardias realizaban la inspección de las celdas. Tiraban lo que encontraban a su paso. “Podían pasar por arriba de todo. No les importaba. Es una muestra de cuán brutales podían ser. Se llevaban lo que veían”, evoca Yelena, “mientras revisaban, nos enfilaban en el pasillo. Las manos sobre la pared. Las piernas separadas. Nos cacheaban. Nos hablaban como si fuéramos nadie. Como si no valiéramos nada”. Todos los días, las chicas aprovechaban para exigir de vuelta los colchones y, al menos, un baño con agua caliente. Sus peticiones también fueron encarceladas.

El resto del día discurría espeso, cacofónico. Leer, conversar, jugar ajedrez con pedazos de pan negro, completar los crucigramas de los periódicos. Caminar a lo largo de la celda, ida y vuelta; una, dos, tres, cientos de veces; los custodios no les permitían acostarse en ningún momento. Y esperar. Esperar a la nada. “Nunca nos proveyeron de ningún producto de limpieza. Hacíamos lo que podíamos. Limpiábamos los catres, el piso, los retretes con lo que teníamos”. Y, después, la merienda. Y después, lo mismo de siempre. “Siempre estábamos ahí. ¿Qué más podíamos hacer? Cantar, sí. Cantábamos mucho. Simplemente, estábamos ahí”.

Cuando entras a la celda llegan todos tus miedos. Te puedes volver loco ahí dentro

Yelena Leuchanka

En aquella celda de Okrastina se congregaron cinco historias, cinco vidas, cinco anhelos. La de Natallia Hersche es particular. Nacida en Bielorrusia, ostenta también la nacionalidad suiza, donde vive desde 2008. Visita Minsk una vez al año. En 2020, arribó a la capital el 11 de septiembre; una semana después, acudió con una amiga a una marcha. Fue la única ocasión en la que participó en una manifestación durante su estancia. Ese mismo día fue detenida; la policía le cargó el artículo 23.24, y uno más, el 363, por resistirse al arresto. En diciembre, fue sentenciada a dos años y seis meses de prisión, sin derecho a apelación. Otra convicta, a la que Yelena no quiere identificar por nombre, laboraba en un teatro de Minsk. Otra era una trabajadora del servicio postal de Bielorrusia. Otra dedicaba sus horas a un centro de imprenta y copias. “A todas nos detuvieron por razones políticas”, declara.

Una de las chicas reconoció a Yelena en cuanto entró a la mazmorra: “Me dijo ‘¡sé quién eres! ¡Dios mío!’ No lo podía creer. Algunos guardias también sabían quién era, pero no me trataron de forma diferente”. Al cabo de sus respectivos 15 días en el presidio, la mayoría fueron liberadas, excepto Natallia y la chica del servicio postal, cuya condena fue extendida tres meses más. Todas se quedaron en Bielorrusia. “Es un poco aterrador que nadie haya podido salir. Están cambiando leyes para encarcelar por dos años a cualquiera que manifieste su desacuerdo. Es muy difícil lo que estamos viviendo”, se le hace añicos la voz a Yelena.

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- Al principio, esos días fueron muy difíciles. Todo es nuevo. Cuando entras a la celda llegan todos tus miedos. Te puedes volver loco ahí dentro. Tuve que convencerme de evitar pensar ‘¿y qué pasa si salgo nunca?’ Tenía ataques de pánico. El reto era mantenerme positiva. Y hablar. Conversar con mis compañeras. Siempre nos apoyábamos. Es muy importante poner tu mente en esa posición, evitar que los miedos la dominen. Tomé una decisión: el gobierno, el sistema, todos ellos nos pueden controlar la comida, cuándo tomo agua, cuándo me ducho, pero no pueden controlar cómo me siento por dentro, cuándo estoy de buen humor, cuándo reír un poco. Soy la única en control de mí. Saber eso da esperanza.

El día en el que la fiscalía iba a liberar a Yelena, las autoridades la procesaron por otra falta de la que no había sido notificada. Otra ‘manifestación no autorizada’, otra fotografía de Instagram como ‘prueba’. Sus padres esperaban a las puertas de Okrastina. 7:15 en punto. A esa hora había sido detenida en el Aeropuerto. Pasaron las horas y Yelena no salió. A las 11:00 am, la basquetbolista se presentó ante el juez; sin defensa legal, de nueva cuenta. Creyó que le iban a cargar otros 15 días de encierro. O quizá 30. O medio año. A saber. En la angustia de la incertidumbre, Yelena se desahogó cuando tuvo la oportunidad de hacerlo: “Me concedieron unos minutos para decir unas palabras. Ahí supe que era el momento ideal para decirle al mundo lo que estaba pasando. Denunciar en qué condiciones nos tenían. Ya había escrito algo antes. Lo leí. ¿Y sabes qué me dijo? ‘Esto no tiene nada que ver con esta corte’. Les importa una mierda todo”.

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El letrado impuso, ahora, una multa equivalente a 277 euros por la misma infracción por la que pasó 15 días detrás de los barrotes. Sin embargo, no fue liberada inmediatamente. “Me metieron a un automóvil. No pude reconocer a los agentes. Llevaban mascarillas y sacos. Me llevaron de regreso a la primera estación en la que había estado detenida. Llegué a una sala, había una cámara. Un hombre me pidió que grabara un mensaje”, rememora Yelena. Después de unos minutos, otro funcionario entró a la habitación:

- “¿Qué debería hacer el país por ti?”, le preguntó. Yelena no sabía qué responder.
- “¿Qué ha hecho el país por mí?”, replicó con hastío, después de una breve reflexión. “¿Es una broma? Lo que hizo este país por mí, a pesar de que lo he representado en Olímpicos, Mundiales y la WNBA, fue mantenerme sin necesidades básicas, sin colchones, sin agua caliente, sin poder usar el baño, sin un trato digno”.
El funcionario guardó silencio.
- “¿Puedo irme a casa ahora?”, espetó Yelena.
- “Si te liberamos serás lideresa de la protesta. ¿Vas a seguir yendo a las manifestaciones?"
- Solo quiero ir a mi casa. No he tomado una ducha en 15 días.

A Yelena le devolvieron su teléfono y pudo comunicarse con sus padres por primera vez desde el arresto. Eso sí, los oficiales le advirtieron que no podía enterarles de dónde se encontraba. La misma policía iba a llevarla a su casa. “No querían medios de comunicación cerca. No querían atraer ninguna atención”, aclara. 15 minutos después, Yelena se fundió en un abrazo con su familia. “Fue un shock. Al ir dentro del coche y ver a la gente en las calles, escuchar otras cosas, me di cuenta de que era libre. ‘Dios mío, está pasando en realidad’. Fue un momento muy feliz, pero no pude asimilar todo lo que había vivido durante esos días. Cuando vi a mis padres sentí un gran alivio”.

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Un par de semanas después de su excarcelación, Yelena emprendió el vuelo que la policía le había frustrado. La disciplina del Panathinaikos y una dura rehabilitación aguardaban por ella. En Atenas, Yelena podría, finalmente, retomar su carrera después de dos años de pausa, aquejada de múltiples lesiones. El confinamiento en Okrastina, sin embargo, agravó sus dolencias. A inicios de noviembre, Yelena enfermó de COVID-19 y entró en una cuarentena que, al momento de la plática (finales de febrero), continuaba. “Ya estoy totalmente recuperada y emocionada por lo que viene”, confiesa. Se sometió a dos cirugías en 2019 y en la primavera de 2020 había iniciado el tratamiento en Grecia para recuperar su estado de forma. “Ha sido toda una odisea”, remarca, “aún tengo algunos dolores, pero estoy ansiosa por volver a jugar y ver lo que mi cuerpo es capaz de hacer. Extraño jugar, de verdad que sí. Deseo hacer algo que me haga sentir bien. Si no amara tanto este deporte no habría pasado tantas cosas. Volver a las duelas me dará la energía que necesito para seguir luchando”.

El acoso policial no ha cedido. A oídos de Yelena llegaron reportes de que agentes de las fuerzas de seguridad han vigilado de cerca a su familia en Bielorrusia. “Sé que están recopilando información sobre mí (...) Lo que están haciendo ahora es usar al máximo su sistema. Van contra las personas más activas. Nos están intentando callar. El gobierno me considera como una persona peligrosa”, observa. Si la policía evalúa que tiene elementos suficientes para juzgarla como reincidente, la basquetbolista podría enfrentarse a una pena de tres años de prisión. Pero Yelena no tiene miedo: “No creo que se atrevan a arrestarme de nuevo, o a otros deportistas conocidos. Ahora tienen los ojos del COI sobre ellos. La gente tiene miedo cuando hacen algo malo e incorrecto. No es mi caso. Más bien, estoy un poco nerviosa por mi familia. Pero, en lo que concierne a mí, estoy tranquila”.

La BSSF, al rescate del deporte bielorruso

Aliaksandra Herasimenia, una de las glorias del deporte bielorruso, vive en el exilio en Lituania. Doble medallista de plata en Londres 2012 (50 y 100 metros estilo libre), bronce en Río 2016 (50 m. libres), abandonó el país después de que se estrechara el cerco represivo sobre la Administración Nacional Anti-crisis, un ente satélite del Consejo de Coordinación para el Traspaso de Poderes fundado por el equipo de campaña de Svetlana Tijanovskaya. Aliaksandra era vocal del comité para la juventud y deporte del proyecto de nación de la oposición a Lukashenko. Otrora consentida del régimen (el mismo mandatario le concedió en 2019 los más altos honores por sus logros olímpicos), Aliaksandra es, ahora, una “enemiga del pueblo” que se ha visto forzada a huir de su patria. Antes de ello, las autoridades declinaron su petición para prolongar la renta de la piscina de su academia deportiva. Al igual que Yelena, Aliaksandra reaccionó ante la crisis: “No estaba muy involucrada en política porque pasaba todo el tiempo entrenando. Ahora, ya en el retiro, no podía permanecer en silencio con lo que estaba pasando en país”, atendió a AS desde Vilnus, donde radica con su esposo y su hija desde mediados de octubre de 2020.

La represión llega a los deportistas bielorrusos

- 64 deportistas han sido arrestados desde agosto; la mitad terminaron con sentencia de prisión por 15 días, en el menor de los casos.

- 1,200 personajes del deporte bielorruso firmaron la carta abierta de protesta contra el gobierno. Al menos 49 de ellos sufrieron algún tipo de represalia.

*Fuente: BSSF

La exnadadora dirige a la Fundación de Solidaridad Deportiva Bielorrusa (BSSF, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es canalizar recursos legales, económicos y hasta psicológicos para atletas sancionados, perseguidos o apartados de competencias por su oposición a Lukashenko. Empresarios locales y la diáspora bielorrusa desperdigada por el mundo son los principales benefactores de la BSSF, asegura. La Fundación ha contribuido a pagar multas y ha facilitado la marcha de deportistas hacia otras latitudes lejos de Bielorrusia. “Protegemos a los atletas, documentamos la situación de cada uno. También pagamos por el trabajo de los abogados que necesitan y recaudamos fondos para que sigan activos y entrenen de cara a futuros campeonatos fuera del país”, detalla Aliaksandra. BSSF ha podido certificar que 64 atletas fueron arrestados en Bielorrusia desde agosto; la mitad pagaron sentencia en prisión. Al momento, la Fundación sustenta la preparación de siete personas (seis atletas y un entrenador) en training camps propios. Además, dos judocas, Dzmitry Shershan y Vakhaviak Aliaksandr, acudieron a tres competencias internacionales gracias a BSSF. Ambos deportistas participarán en un cuarto torneo los próximos 23 y 24 de marzo.

Aliaksandra Herasimenia, exnadadora bielorrusa
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Aliaksandra Herasimenia, exnadadora bielorrusa

Aliaksandra también ha sido objeto de escarnio por su activismo político. No obstante, confiesa, no ha recibido ninguna amenaza seria. La persecución se ha acotado a sus cuentas en redes sociales: “Entiendo que no puedo estar 100% segura mientras estoy luchando contra el régimen actual, pero soy muy cautelosa. Me siento cómoda, en la medida de lo posible”. Durante sus primeros días en la república báltica tenía la percepción de que la policía bielorrusa la perseguía por las calles: “Estaba constantemente en alerta. Hice una práctica diaria el hecho de borrar todas mis conversaciones de Telegram, todos mis chats, toda la información que tuviera en mi celular. Sigo siendo cuidadosa en todo lo que hago, pero ahora me siento mucho más relajada y con menos pánico”, expone.

- ¿Y puedes volver a Bielorrusia?
- (Ríe). Es una buena pregunta. Oficialmente, puedo regresar en cualquier momento.

- Claro, pero, ¿y luego?
- Y luego, quién sabe. Me asusta saber que, cuando lo haga, quizá no pueda salir de Bielorrusia nunca jamás.

El COI entra en escena

Yelena y Aliaksandra son dos de los 1,200 miembros del sector deportivo bielorruso que firmaron una carta abierta de protesta en la que denunciaron fraude electoral y exigieron la convocatoria de un nuevo proceso en sintonía con los estándares internacionales. Al firmar la misiva, los atletas/directivos citaron el derecho a la libertad de expresión, consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, suscrita por el Comité Olímpico Internacional y, por extensión, por el Comité Olímpico Bielorruso, organismo que presidía entonces, precisamente, Aleksander Luksashenko. La respuesta de las autoridades y del COB fue desalentadora para los firmantes. Del 25 de agosto al 23 de octubre de 2020, 49 personajes sufrieron represalias, desde arrestos, presión (para renunciar a becas, puestos de trabajo o cupos para clasificarse a competencias internacionales), exclusiones de equipos nacionales y despidos, según un documento que BSSF compartió con AS. La lista de casos incluye a Yelena, Aliaksandra, Andrei Kravchenko (decatleta, medallista de plata en Pekín 2008), Aliaksandra Ramanouskaya (campeona mundial de esquí acrobático en 2019, apartada de la selección nacional por órdenes del COB), o Vadim Deviatovski (expresidente de la Federación de Atletismo, exlanzador de martillo, quien desapareció durante un mes después de dejar el puesto).

El pueblo bielorruso y el régimen no están caminando hacia el mismo lado

Aliaksandra Herasimenia

Organizaciones como Athleten Deutschland y la Comisión Europea de Derechos Humanos llevaron las denuncias hasta el Comité Olímpico Internacional, que resolvió el 7 de diciembre de 2020 suspender al COB por violar los principios de la Carta Olímpica, al cometer “discriminación política”. El paquete de sanciones aprobado por el COI también contempla la retención de subsidios al COB, sin afectar las becas destinadas a los atletas, y negar el acceso de miembros del gobierno bielorruso a los JJOO. La junta ejecutiva del COI refrendó el fallo y adoptó medidas complementarias que entraron en vigor el 8 de marzo de 2021: desconocer la elección de Viktor Lukashenko (hijo mayor del presidente) como el nuevo director del COB (asumió el 26 de febrero de 2021), y mantener la exclusión de Bielorrusia de todos los eventos del COI, incluidos los JJOO. El COI levantará la suspensión hasta que obtenga prueba fidedigna de que el COB haya garantizado que la designación de sus atletas para cupos clasificatorios y selecciones nacionales obedezca a motivos esencialmente deportivos. El COB negó cualquier negligencia: “Todos los atletas, sin importar sus posiciones políticas, continúan preparándose para los JJOO y son tratados con igualdad”, sostuvo en un comunicado de prensa emitido el 9 de marzo. AS consultó al COB sobre la lista de casos del BSSF; sin embargo, al momento de la redacción de este artículo, no obtuvo respuesta.

Aleksander Lukashenko, presidente de Bielorrusia desde 1994
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Aleksander Lukashenko, presidente de Bielorrusia desde 1994

Aliaksandra y Yelena dieron la bienvenida a las acciones del COI. “Usualmente, les toma mucho tiempo llegar a una decisión así. Creo que mi arresto ayudó para que procedieran de una forma más rápida. Pienso que el COI no quería que pasara algo similar a lo que le sucedió al luchador iraní que murió (Navid Afkari, ejecutado por el gobierno de su país). Hubo muchas críticas al COI por no haberse involucrado en ello”, formula la basquetbolista. Para la múltiple medallista olímpica, el COB cosechó lo sembrado: “Tuvieron tiempo para cambiar, para mejorar la situación. Y no lo hicieron. Las sanciones son absolutamente merecidas”. Yelena presiente que las resoluciones del COI y la disposición de los atletas afectados a hablar con la prensa internacional desencadenarán un cambio irreversible: “Tenemos apoyo a nivel global. Ya dimos el primer paso. Y lo hicimos en un país que no tiene una democracia, sino una dictadura. Quiero seguir haciendo más cosas: interactuar con más atletas, recoger más apoyo, hablar con más gente. Ir más allá de las palabras”.

En Bielorrusia, la revolución tiene rostro de deportista, quizá describa Svetlana Alexievich, premio Nobel de Literatura en 2015 y efigie de la oposición a Lukashenko, en reformulación del título de una de sus obras más célebres. De deportistas que ahora padecen al país cuyos colores defendieron con ahínco. Yelena percibe que el punto sin retorno ha quedado atrás: “No pierdo la fe. Pero, lamentablemente, también hay quienes apoyan a un gobierno que hace cosas terribles. No han entendido una lección que nos ha dejado la historia: las dictaduras no duran para siempre. Es muy difícil, pero este es el momento crucial. No podemos caer más; ahora solo iremos hacia arriba. Va a tomar tiempo deshacernos de algo que ha estado aquí por 26 años”. Cree, Yelena cree. Todavía.

- ¿Bielorrusia cambiará algún día, Aliaksandra?
- Sí, Bielorrusia va a cambiar. El pueblo y el régimen no están caminando hacia el mismo lado. Volveremos a una nueva Bielorrusia.
Volveremos del exilio a un país que quizá esté en ruinas, pero lo reconstruiremos. Lo sacaremos adelante entre todos.

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