Kahwi Leonard, el rey silencioso, honra a su padre con baloncesto
En 2008, optó por disputar un partido de preparatoria 24 horas después de que su padre fuese asesinado a tiros. 11 años después, llevó a Toronto a su primer título de la NBA.
Fue entonces cuando Kawhi convirtió al baloncesto en una cuestión de honor, de máximo decoro. Más que una distracción, era una forma de sobrellevar el luto, de hallar placer entre el hastío, de recuperar el sentido de la vida. "El baloncesto me ayuda a quitarme cosas de la cabeza. A levantarme todos los días cuando me siento mal", explicó a Los Angeles Times en aquel entonces, Un año después, cuando fue reclutado por San Diego State, recordó a su padre: "Estaría muy orgulloso. Intento jugar tan bien como pueda todas las noches. Es lo que él hubiera querido que hiciera", cita el Times. Desde entonces, cada tiro, cada rebote, cada drible y cada asistencia, tiene una razón, una inspiración, un destinatario, una dedicación. Durante su carrera en la NBA, que comenzó en 2011, cuando los Spurs lo pescaron como la 15ª selección global en el draft anual, Leonard ha usado el baloncesto para honrarle y, al mismo tiempo, brindarse a sí mismo la oportunidad de ser feliz. "Esto es basquetbol. Me divierto. Serán los mejores años de mi vida, jugando", explicó, con perspectiva, en una rueda de prensa previa a las Finales de la NBA de 2019.
Después de siete años bajo la disciplina de Gregg Popovich, Kawhi, el robótico Kawhi, se declaró en rebelión e incendió las mazmorras del Álamo. Una lesión de cuadriceps, de la que recayó en numerosas (y misteriosas) ocasiones, le permitió aparecer en las duelas en solo nueve ocasiones en toda la temporada 2017-2018. Los métodos de su rehabilitación causaron discordia con la gerencia del equipo y con el cuerpo técnico de Popovich. Cuando los servicios médicos de los Spurs le permitieron el retorno, Kawhi cruzó brazos y solicitó una segunda opinión, pese a que sus compañeros le pedían que detuviera la cruzada. La petición de nada sirvió. Los Spurs hallaron una forma de desprenderse de él: Toronto accedería a un intercambio de sus cromos más preciados: DeMar DeRozan y Jakob Pöltl partirían rumbo a San Antonio a cambio de Danny Green, Kawhi y la primera selección del draft 2019. Un pacto ganar-ganar. Atrás quedó la hegemonía construida junto al mágico tridente Ginóbili-Parker-Duncan, el puño en alto después de apear a Miami Heat en las Finales de 2014, el trofeo Larry O'Brien en alto, el abrazo perpetuo con Popovich, la condecoración como el MVP de la serie. Kawhi había liderado el golpe de Estado contra LeBron James y precipitó la caída del imperio-Heat. Historia, todo historia.
En Toronto, a los recuerdos se los llevó el viento. Si en San Antonio era la perfecta encarnación de la academia basquetbolística de Popovich, en Canadá debía ejercer de arquitecto, mentor, líder y estratega. La oportunidad era inmejorable. Sin LeBron James en el cuadrante, las puertas de la costa este se abrieron de par en par hacia las Finales. Por 15 años, 'El Rey' gobernó la conferencia con puño de hierro; primero, en solitario; después, con caballería: Cavaliers y Heat, Bosh-Wade-Irving-Love, tres campeonatos y siete Finales. Kahwi recogió el testigo. Giannis Antetokounmpo se lo discutió e, incluso, arrebató. Y Leonard lo recuperó después una encarnizada batalla a seis partidos en la ronda de campeonato. Kawhi se entronizó con 27 puntos, 17 rebotes y 7 asistencias en el sexto capítulo de la serie y guió a los Raptors a donde Vince Carter, Tracy McGrady y Chris Bosh nunca pudieron. Y aún más allá.