Un problema con el alquiler del departamento nos hizo pasar rápido el luto después de la eliminación de México del Mundial de Rusia.
MOSCÚ MARAVILLOSO
Rusia es un país que vale la pena visitar. Los precios se parecen mucho a lo que pagamos en México, algo que en Europa resulta poco común para un mexicano. Luego hablaremos de Kazán, Sochi o Samara, pequeñas y pintorescas ciudades que también les recomendaría, les diré que venir a Moscú vale cada peso que pagues en los aviones que debes tomar para llegar a uno de sus tres grandes aeropuertos internacionales (Domodedovo, Sheremetyevo y Vnukovo). Primero, tema muy importante para un regio-chilango, se trata de una ciudad muy limpia y segura; segundo, el moscovita es diametralmente diferente al mexicano promedio, algo que le añade valor al viaje.
A pesar del monumental tamaño de la capital rusa, el metro te ayuda a llegar a casi cualquier parte sin gastar una fortuna en taxis. Por cierto, si quieres tomar uno, es mejor pedirlo por medio de aplicaciones; el Uber funciona bien, pero no tanto como el Yandex, aplicación local para la que se necesita un celular ruso o meterle un chip local al que ya tienes (siempre y cuando esté desbloqueado). En fin, menos la comida, tema en el que ellos mismos aceptan que nos quedan a deber, Moscú en serio vale mucho la pena.
PEROOOOO…
Sin embargo, sirve para entender que en cualquier parte del mundo hay buenos, malos, ansiosos, tranquilos, gente seria y locos aprovechados. Ayer, el dueño del departamento en el que nos quedamos al noroeste de la megalópolis nos hizo pasar, a César Huerta y a su servidor, un día algo tenso y con más horas desperdiciadas de las que un enviado puede soportar en este tipo de eventos.
Resulta que el mentado (hoy, muy mentado) personaje, aprovechó que, como lo hicimos en cada juego del Tri, este fin de semana no estuvimos en el piso (dirían mis amigos de AS España), para meterse, desmontar el módem del wifi, cambiar la cerradura, dejar nuestras cosas dentro, seguro de que al regresar iniciaríamos su búsqueda para que alguien nos respondiera por el incidente. Buscamos a la agencia por medio de la que llegamos al lugar que, vale la pena mencionar, se portaron a la altura siempre, ya que no conocemos al individuo, quien al enterarse que habíamos recibido su mensaje cosaco (significa caballero), citó a nuestra intermediaria en las oficinas de policía del Kremlin y le solicitó, antes de cualquier cosa, que le enviáramos nuestros pasaportes. ¿Queeeeee? Jajaja, ha de pensar que los mexicanos no estamos nada acostumbrados a los abusos, ¡ja!. Solamente le mandé foto de nuestras acreditaciones del Mundial y me moví al departamento de la gente de W Deportes (que también se portó de lujo) para aguardar el desenlace y esperar que se arreglara rápido, porque viajé a Samara con una pequeña maleta que regresó solo con ropa sucia.
En fin, ante la policía el hombre mayor exigió que se le pagara un mes más por adelantado, supuestamente por no tener la seguridad de haber hospedado gente decente en su casa. Svetlana, el contacto de la agencia, le mostró el contrato que firmaron ambas partes, nuestras acreditaciones y le dejó claro que de no entregar las nuevas llaves y el módem, sería demandado. El tataranieto del último Zar ruso de inmediato se disculpó, ante los regaños de su mujer que solamente le decía “te dije que no hicieras eso”, y entregó dos copias de las nuevas llaves y nuestro bendito generador de internet. Sólo espero que durante el resto del Mundial sus nietos lo mantengan más entretenido.
QUE SE QUEDE OSORIO, SI Y SOLO SI
Ojo, que lo escribe uno de sus más grandes críticos, pero... si Juan Carlos Osorio está dispuesto a ser más ese que aceptó sugerencias y las incorporó al planteamiento del partido ante Alemania, sin dejar de ser el tipo autocrítico, intenso, apasionado y entregado al trabajo, me agradaría la idea de que se quedara cuatro u ocho años más. Pero incluso, metidísimo en la nueva filosofía de nuestra ‘República del amor, el perdón y la amnistía’, me cuesta trabajo creer que quiera continuar en el puesto y, más aún, que se atreva a ser quien inicie en un par de meses la importante renovación que le urge a la Selección Nacional.
El Tri, ese mal estudiante (sí, porque ha repetido siete veces la misma materia sin lograr pasarla), necesita renovarse de inmediato. El tiempo de los caciques llegó a su fin; los Márquez (muchas gracias), Guardados (gracias), Velas (aplausos de pie), Herreras (mis respetos), Morenos (gracias), Gios y hermanos (sale, gracias) y Chicharitos (de nada), deben dejar de ser convocados a la nueva etapa del seleccionado mexicano; pensando más en el Mundial United del 2026, que en Catar, en solamente 4 años. Por último, Yon de Luisa, un excelente ejecutivo que llega a la FMF tras una etapa gris en Televisa Deportes, de donde salió peleado y sin buenos resultados, tiene que buscar urgentemente a su nuevo Ricardo Peláez, ese loco, complicado de manejar, pero capaz directivo que le generó brillantes resultados durante su paso por el América. No saber de fútbol no importa, un líder siempre será bienvenido para armar equipos ganadores, Yon.
Si Gerardo Torrado es el director deportivo que nos llevará a pelear el Mundial del 2026, que lo dejen ahí, pero que le ayuden a preparase y que le dejen claro que no llega a jugar interescuadras con los seleccionados, sino a generarles todo lo necesario para que lleguen a ofrecer esos resultados que no hemos sido capaces de aportarle a la afición, lo único realmente valioso que le queda a la maquinaria pambolera de este país y que sí cambió durante el Mundial, dejando atrás, al menos en campos internacionales, el grito contra los porteros rivales.
Por último, ¿por qué no?, también debemos mejorar los medios deportivos; hemos fallado y debemos caminar al paso de una selección que en serio quiera crecer.
DE SALIDA
Ya no vale mucho la pena rasgarse las vestiduras tras ver a Suecia meterse entre los ocho mejores seleccionados del mundo y pensar, ¡ese lugar era nuestro! Lo que sí vale la pena es atender la lección que nos dio su entrenador, Janne Andersson, un tipo capaz de darse cuenta que sin Zlatan Ibrahimović su conjunto perdía un poco de impacto ofensivo y ganaba mucho en tranquilidad; formando un equipo líderes positivos, no de egos desbordados y retorcidos.