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ATLÉTICO 2-LEGANÉS 0

Atlético vence a Leganés y ya apunta al Barcelona

El delantero volvió a brillar ante el Leganés en el Calderón, como hace 16 años, en su debut. Marcó dos goles. Griezmann falló un penalti. El Leganés, voluntarioso, pero sin puntería.

MéxicoActualizado a
Atlético vence a Leganés y ya apunta al Barcelona
laliga

Falló el penalti Griezmann para que la pelota quedara muerta y colocada ante Herrerín para que Torres la remachara con su pierna derecha, la enviara al fondo de la red y el Calderón estallara. Nada alimenta su ánimo como que juegue Torres. Nada suena en el viejo estadio como el sonido de la mano de El Niño golpeándose el escudo después de haber hecho un gol. Catorce años lleva escuchándolo. Catorce. Y todo comenzó ante el Leganés. En el Calderón. Ninguno de los tres habían vuelto a encontrarse en este tiempo, coincidir en la misma dimensión: Torres, Leganés, Calderón. Tampoco volverán a hacerlo después de este partido: de las últimas tardes del Calderón esta es la décima. Era el primero y el último. Torres salió como si la semifinal del miércoles ante el Barça no se hubiera terminado. Rápido, incisivo, vertical: en todas partes, ocupando todos los focos.

Porque dieciséis años después, ante el mismo rival y en el mismo escenario, Torres corre hacia la portería del Leganés como si volviera a ser aquel crío que debutaba con la cara llena de pecas y las piernas llenas de sueños. Catorce años después puede tener en casa dos Eurcopas, un Mundial, una Champions y más de cien goles con la rojiblanca, pero corre como si no, con el ímpetu de entonces, esa zancada marca de la casa que en el minuto dos ya se había plantado en el área de Herrerín con toda intención.

Un disparo de Saúl ajustado al palo después, una ruleta de Torres y otro par de desmarques, El Niño volvía a escabullirse en el área de Herrerín y Siovas, de perfil pivot griego, jugó más a rugby que a fútbol y lo derribó. Penalti. Griezmann lo tiró flojo, al centro, fácil para Herrerín, y lo escrito: el rechace se fue a Torres como si sus botas tuvieran imán. Era su tarde. Fue su gol. Su dedo índice señalando el cielo del Calderón mientras regresaba al centro del campo parecía gritar: “Por vosotros, por nosotros, por estos dieciséis años”. Era su gol 50 en el estadio.

Pero fue llegar su gol y comenzar a asomar el otro Atleti, el del perfil Hyde. Lejos los rojiblancos de su versión Jekyll esa que te presiona, te ahoga y te mata en dos disparos, comenzó a crecer el Leganés. Se había quitado de encima la presión de una primera vez en el Calderón: ayudó un futbolista que fue recogepelotas en su césped, Szymanowski. Sobre sus hombros se estiró el Leganés y se fue a por el empate. Dos veces disparó: una, en el 37’, con un remate en carrera y lejano de Víctor Díaz. Otra, en el 38’, con un disparo desde fuera del área de Unai López. Al final de ambos, un muro: Moyá. Vivía el Leganés en su área cuando llegó el descanso.

La caseta trajo un cambio en el Atleti, Correa, y una vuelta al origen del partido: de nuevo Torres en todas partes. Fue después de una falta sobre Gabi que Koke lanzó alta cuando Correa le encontró en un balón y El Niño se sacó de la bota una deliciosa vaselina que envió a la red de Herrerín por segunda vez en la tarde: su gol 51 en el Calderón, curioso, era el 4.500 en la historia del estadio y había llegado en el minuto 51 de partido. El Fernando Torres ahora sí que sonaba alto. Luis y los demás podían escucharlo. Y aplaudirlo.

Con la lluvia, comenzó el intercambio de golpes, porque el Leganés, como en la primera parte, tuvo otro minuto de furia en el que rozó el gol, o por lo menos, llenó de cristales las gargantas del Calderón: en ese minuto en el que se plantó en el área de Garitano costaba tragar. Pero es que Bueno disparó, y si el balón no acabó en gol fue porque lo desvió la espalda de Godín. Y también lo hizo Samu García, con un disparo desde la frontal. Y Víctor Díaz, a bocajarro. Pero entonces Torres volvió a agarrar un balón y se fue al área de Herrerín como si tuviera catorce años y aún estuviera todo por pasar y el campo volvió a equilibrarse. Era el día de El Niño. Y todo lo que pasaba respondía a todo lo que sus botas querían. Garitano sumó pólvora con Machís pero tampoco, las últimas ocasiones fueron rojiblancas. De Correa, de Carrasco y de Torres, cómo no, esta tarde, de nuevo, más niño que nunca para ponerle la piel de punta otra vez más a un Calderón que, si hubiera mirado el calendario le hubiese dado otra razón para sonreír. 4 de febrero. El 6 se cumple un año de que le regaló su gol cien al viejo estadio. Ayer, éste partido. Niño, no te acabes nunca.