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Copa América Centenario

Día 3 – “La Selección significa mucho para nosotros”

Los Ángeles, Ciudad Juárez, Las Vegas, San Diego. Las ciudades se entrelazaron en Glendale para ver al Tri, un aglutinante tan efectivo como la religión.

México DFActualizado a
Rafael Márquez festeja junto con Jiménez el gol del triunfo ante Uruguay.
MEXSPORT

En San Diego, comí con una familia, oriunda de Puebla, que había instalado su parrillada frente a la entrada principal del Qualcomm Stadium. Tortillas, frijoles, salsa roja, chorizo, arrachera. Un banquete. México, tan cerca y tan lejos. En la conversación de sobremesa, noté los eufemismos para esquivar palabras como ‘deportación’ o ‘ilegal’ (“hay que portarse bien”, “perfil bajo”); la capacidad de afrontar las decisiones, fuesen buenas, malas o peores; y la sensación, melancólica, de vivir en un limbo. Estados Unidos no es México y viceversa. Y renunciar a uno le condena a vivir en el otro hasta el último de sus días. Por ello, para paliar la desazón del devenir de la vida y eliminar la angustia del limbo, acude a la Selección. “El equipo llena todos los huecos. No nos importa que vengan a jugar contra Guatemala; es todo para nosotros”.

El fútbol, como religión sin dioses ni mandamientos, también desencadena el peregrinaje. La fe, el ídolo, el carnaval. Misa y festival. Sobre el campo, verdísimo, que decora los alrededores del Estadio de la Universidad de Phoenix, arribaron mexicanos (y uruguayos) en procesiones automotrices. El contratista de Montevideo que dejó su país hace 16 años, el gerente de autolavado que salió de Puebla a los 17 años. Historias, una tras otra, que muestran, una vez más, que el fútbol es el último reducto de la infancia perdida; la felicidad verdadera.

La camaradería de los prolegómenos (más abrazos que gritos ‘plutónicos’) quedó cancelada tras el tanto de Godín. En la tribuna de aquella esquina, un aficionado uruguayo, regordete, cabello cenizo, mostró su dedo medio a media tribuna VIP y a algún que otro voluntario que pasaba por allí. Dos mexicanos, tan bravucones como él, le opusieron resistencia. Mientras a Suárez lo bañaba un chorro de líquido sospechoso, dos mexicanos y un uruguayo intercambiaban volados de izquierda que Ali habría aplaudido. “El alcohol, cómo apendeja a la gente”, sentencia un periodista a mi lado. Puede ser. Otra razón puede ser que ante ellos se avista el último reducto de su felicidad. Y hay que defenderla, de quien sea y como sea. “Es todo para nosotros”.