México se cura las heridas contra Nueva Zelanda en el Mundial FIBA
Victoria sanadora de la Selección Mexicana en un partido redondo que fue de más a menos. La mejor versión de Paco Cruz (27+4+5) encendió a los ‘12 Guerreros’.
La victoria del orgullo. Gabriel Girón pasó por la zona mixta en lágrimas. México ya estaba eliminado del Mundial de la FIBA, pero regresar de las tinieblas siempre tiene mérito. Salir de la depresión es ver al mundo con ojos de dolor cristalizado, pero pasado. “Lo necesitábamos“, zanjó Girón tras un triunfo catártico en Mall of Asia con 14 triples (56%) y 46 puntos en la pintura. Y un Paco Cruz exultante (27+4+5 y 29 de valoración). Estos sí son los ‘12 Guerreros.’
De alguna forma, los ‘12 Guerreros’ arrancaron, ahora sí, con la velocidad requerida. Ibarra, aún oxidado bajo aros, tenía ese magnetismo rodmaniano que lo había abandonado en el Mundial. El triple de Girón (7-9) significó la segunda ventaja mexicana en todo el campeonato. Otros vientos soplaban, claramente. Jaimes e Ibarra aceptaron el reto físico de Fotu y Ngatai y Paco Cruz, siempre diligente, siempre artístico, volvió a frotar la lámpara: pase a lo Doncic sobre la cabeza para la volcada de Fabián. Hasta Gael Bonilla se apuntó al show. Vaya, incluso la vilipendiada segunda unidad: el acarreo de Jorge Gutiérrez encontró abierto a Orlando Méndez, que tiró del gatillo.
Israel Gutiérrez: “Después de Egipto salieron todos los sentimientos”
Tras una primorosa introducción (22-31), los ‘12 Guerreros’ se estancaron con el juego perimetral de la segunda unidad: ahora sí podía mover el balón, pero quedaba sin filo en la zona pintada. Quintero, ahora, no ajustició, sino que les confirió una segunda oportunidad. El corazón defensivo de Israel Gutiérrez evitó una mayor catástrofe y el quinto titular volvió a escena (28-31). Y menos mal, porque ahí está Paco Cruz. El sonorense comenzó a disfrutar: triple descubierto, el segundo, y otra entrega en reversa para Ibarra. Paco Doncic. Paul Stoll apeló a la nostalgia con el séptimo triple verde en 16 minutos y México logró su máxima ventaja en todo el Mundial (+14). Paco Cruz, un artesano, se encargó de despedir la primera mitad con oreja y rabo: atosigado contra la línea lateral por Delany, desapareció la pelota tras sus espaldas; juntó a su perseguidor con Te Rangui, los embrujó con una finta asesina y se levantó con un casi fadeaway que elevó como plegaria y cayó en la red como un beso tras un día de mierda. Su ‘¡vamos!’ fue catártico. Un triple terapéutico.
El partido se volvió el carnaval de Paco Cruz. Con su cuarto triple de la tarde, impuso una loza de 19 puntos a los neozelandeses. Después, superó un doble marcaje a su entrada a la llave al completar un alley oop para Ibarra, hoy sí el pívot de todas las garantías. Mediado el cuarto, la conexión volvió: la versión más point guard de Paco y la más titánica de Josh. Un poco tarde, pero nunca está de más. Sendos triples de Ili y Delany reactivaron el partido. Era una señal. Pero recuerden de quién era propiedad el parqué: Paco exigió derecho de piso con su quinto arcoíris. Una falta técnica a Paul Stoll, depredador natural de los oficiales, sacó de la zona a los ‘12 Guerreros’. El dinamismo de Bonilla y Gutiérrez, dispuestos a batirse en la madera, aplacaron las pretensiones oceánicas. Delany, no obstante, aún tenía ganas de pelear. Espíritu maori.
Stoll, el clásico, conjuró cualquier fantasma que se apareciera por Mall of Asia. Ya basta. Esta noche no. 13 largometrajes. La ‘esencia’ que Quintero echó en falta había vuelto. Nueva Zelanda alargó el partido más de la cuenta, o México cesó de defender el cerco reboteador. 10 minutos que se volvieron casi media hora pues ambos equipos agotaron la reserva de faltas y los ‘12 Guerreros’ dejaron de puntear también los triples rivales. Era ese miedo de recaer. Te Rangui hizo gala del peor miedo mexicano en la jornada, el tiro de step back, pero Paco, quién más, aplicó cloroformo con la misma fórmula. Seis triples y 27 puntos. 29 segundos por delante. Un triple para evitar que NZ se pusiera a una posesión de distancia. A final de cuentas, México sobrevivió a un epílogo descontrolado y sonrió por una vez. Una victoria de orgullo. De puro orgullo. Que no es poco, pero es tarde.