Gustavo Ayón vence al tiempo
‘El Titán’ se despidió del baloncesto profesional con una fiesta en Guadalajara que convocó a la Selección Mexicana y una decena de estrellas nacionales e internacionales.
En su última batalla, ‘El Titán’ Ayón se devoró al Dios Cronos. El máximo ganador del baloncesto mexicano (campeón en casa, en Venezuela, en España y en Puerto Rico, para empezar) no quiso que su despedida fuera un adiós lastimero. No. El deseo era distinto: una fiesta para celebrar al baloncesto. Y lo fue, en gran parte, porque el nayarita será uno de los pocos exjugadores con físico y ritmo de atleta en el cénit de sus capacidades. Eso solo se logra devorándose a Cronos.
En teoría era un homenaje. En la práctica fue un partido con las bombas y el lodo de un Final Four de Euroliga. “Vengo con todo”, advirtió el incombustible Jonas Maciulis, compañero de mazmorras de Ayón en Madrid. Y así fue. Todos tenían un porqué: unos, por prestigio, por costumbre competitiva; otros, ‘los 12 Guerreros’, porque en cuatro días llegará el partido más importante del último año. Muy en serio se lo tomaron Daniel Amigo, quizá por despecho; Jorge Gutiérrez, con los bríos de su enésima resurrección, y Jaycee Carroll, cuya puntería que le hizo inmortal en Madrid no ha caducado. También ha sobrevivido al inclemente tiempo el repertorio de Ayón, cuyo baloncesto asemeja más al de un jugador de tercer año y no al de uno en retiro: el mismo machaqueo titánico de espaldas al aro, el mismo manotazo por el lado ciego, el mismo ‘pick’ desde la entrada de la llave. A veces los años dejan mella. No es el caso.
Hay cosas que nunca cambian. Vaya, si Felipe Reyes hubiese estado también habría lucido como en aquellos cerrojos madrileños de Pablo Laso. Esa fue la única sorpresa: que el tiempo todo lo arrasa, pero a veces tarda un poco más. Jorge Gutiérrez cambió de trinchera en el tercer cuarto, porque es ‘amigo’ y aún uno de los ‘12 Guerreros’; ‘Facu’ Campazzo y Reyes brillaron pese a sus ausencias (qué hubiera sido); Diego Willis, Juan Pablo Camargo y Gael Bonilla se declararon legítimos herederos de la posta del ‘Titán’ y Horacio Llamas jugó 10 segundos de absoluta algarabía (y dejó una pelota en el hierro). No faltó mucho más.
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El epílogo fue lacrimógeno, como suele pasar en estas ocasiones. El marcador de 75-89 a favor de la Selección quedó como pregunta de trivia. Al final quedó la ovación de un público entregado, los mil autógrafos, las cien mil fotografías, y las gracias de un basquetbolista eterno. “Me voy contento, satisfecho, en paz, y con las ilusiones bien puestas en lo que viene”, dijo, entre lágrimas, rodeado de sus padres, su esposa y sus hijos, y de las leyendas que atestiguan su última victoria. La victoria final del ‘Titán’.