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100 HISTORIAS MUNDIALISTAS

Schumacher arrolla a Battiston en un juego épico en Sevilla

Uno de los mejores partidos de todos los tiempos, la semifinal de España ‘82 entre Francia y Alemania, tuvo un componente dramático: el conmoción de Battiston.

Ciudad de México
Schumacher arrolla a Battiston en un juego épico en Sevilla
Explosión Sandí

Después de 1970 hubo un ‘Partido del Siglo’ 2.0. Fue en Sevilla. El Estadio Sánchez Pizjuán. El 8 de julio de 1982. 33° grados de temperatura. La noche sevillana en pleno, atestiguando un choque de estilos y filosofías, no solo futbolísticas sino morales: el gozne francés y su joie de vivre encarnado en el fútbol champagne de Platini y compañía, el pragmatismo alemán, resultados a prueba de inclemencias, el fútbol industrial de Rummenigge y Hrubesch. El ganador se iba a citar con Italia en el Santiago Bernabéu madrileño con la Copa del Mundo entre ceja y ceja. Un encuentro colosal que cuya leyenda parece manchada por una acción tan furtiva como brutal en medio de tal placer estético.

Historia 92: el épico Francia - Alemania en España '82
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Explosión Sandía

Pierre Littbarski abrió el marcador al 17′, después de Ettori se lanzara sobre Fischer y dejara su marco descuidado. Tan solo nueve minutos después, Foerster derribó a Rocheteau dentro del área germana y Platini embocó el empate desde el manchón de cal. Preludio todo de un instante terrorífico. La dominó Platini en el centro del campo, escorado un poco hacia la banda derecha. Ya se había desmarcado Battiston en el frente de ataque, a espaldas de Dremmler. Platini envió la pelota, elegante, con un derechazo templado. La pelota picó una vez mientras Battiston, en posición de gol, aprovechaba que los laterales alemanes aún no cerraban el espacio. No contaba con Harald Schumacher, quien salió disparado de la línea de gol a su encuentro. Cuando Battiston golpeo tímidamente por la zurda, Schumacher ya estaba convertido en un tren sin frenos. Con las piernas y la cadera por delante, el guardameta alemán no hizo esfuerzo alguno por detener la marcha. El tiro del francés no tuvo ningún efecto, pero su autor yacía inconsciente sobre el césped sevillano.

Battiston no se levantó. El golpe había sido seco, directo a la cabeza. Había caído fulminado al pasto, cara mediante. Schumacher, como si nada hubiera pasado. Los servicios médicos debieron suministrarle al galo oxígeno suplementario. Minutos después, abandonó el estadio en camilla. Ni durante la dolorosa procesión consiguió reaccionar. Años después, Platini confesó que, en esos momentos, pensaba que su compañero había muerto: “había perdido el pulso y se veía pálido”. Y Schumacher, como si nada hubiera pasado. A jugar, dale. El árbitro neerlandés Charles Corver no sancionó ni como falta la acometida del alemán. La jugada se volvió un símbolo de la negligencia arbitral en las Copas del Mundo.

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-DiarioAS

Battiston sufrió lesiones vertebrales, la pérdida de dos piezas dentales y la fractura de tres costillas. Afortunadamente, pudo continuar su carrera. Se retiró hasta 1991 como una figura histórica del Girondins Bordeaux. Y perdonó a Schumacher, quien le pidió disculpas tiempo después. Eso sí, tras el golpe, de acuerdo al relato de Tim Pears en The Guardian, despreció el estado del rival al que había propiciado un daño aparentemente severo: “Si nada más se le cayeron unos dientes, yo le pago las coronas”. El arquero ese convirtió en el enemigo número uno en Francia, por arriba de Adolf Hitler. La afición sevillana se lo hizo saber.

Lo que vino después fue la locura. El disparo de Tigana al travesaño. La bolea de Tressor en los albores del tiempo extra. La sinfonía que Giresse coronó con un disparo que entró a la portería con permiso del poste izquierdo de Schumacher, a pase de tiempo y espacio de Six. La arquetípica remontada alemana que obró Rummenigge, con imposible su remate de espuela, y la media tijera de Fischer, ya en la segunda mitad de la prórroga. El éxtasis del Sánchez Pizjuán. En los penaltis fallaron Six y Bossis ante la bestialidad de Schumacher, cuya presencia en el campo siempre fue puesta a duda. No tendría que haber estado. Al final, no importó. Schumacher fue la figura, para bien y para mal. Horst Hrubesch, ante un Ettori que vio pasar la pelota parado, sin tenderse para adivinar su curso, finiquitó la tanda. Alemania ganó el boleto hacia Madrid. Y el partido se elevó hacia la inmortalidad.