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Jugar por solidaridad o parar por solemnidad

Ciudad de México

El deporte profesional, súper mercantilizado, adquiere dimensiones humanas en dos momentos clave: cuando se comporta como formador y cuando se comporta como amigo, conservando en ambos casos ese espíritu amateur que todavía lo protege. El resto del tiempo la industria deportiva de la que el futbol es vitamina y proteína, actúa como lo que es: un negocio, un espectáculo y una competencia cada día más dura.

¿Es prudente jugar al futbol cuando miles de personas están sufriendo? Por un lado, puede pensarse que al futbol le faltó sensibilidad, y por otro puede decirse que el futbol asumió su responsabilidad: ser un vocero, un altavoz, un canal y por qué no: una manifestación de justicia y protesta. El deporte, en particular el futbol al que le colgamos demasiados milagros, pero también demasiadas culpas, tiene la capacidad de llegar a dónde otros no pueden: este es su mayor poder jugando por solidaridad o sin jugar por solemnidad.

Esa línea invisible entre el deporte como motor industrial o como impulsor social, no debe separarse sino continuar como principio elemental. Cuando en la trayectoria de un atleta, equipo o Liga llega ese punto en el que coinciden objetivos materiales con valores esenciales, nos encontramos frente a la figura ideal: el deporte alcanza la excelencia gracias a inigualables capacidades físicas, técnicas, mentales y económicas; pero se mantiene como un eje integrador sin renunciar a sus profundas raíces espirituales, sociales y humanas que lo han hecho tan querido y popular. La grandeza del futbol no está en su riqueza, sino en su humildad: cuando deja de ser un juego y se convierte en un movimiento social, vale mucho más.

Los aficionados y los medios nos hemos malacostumbrado a creer que el deporte sólo puede ser una máquina de victorias, una caja registradora y una industria del entretenimiento. Juzgamos y desmenuzamos el espectáculo deportivo en función de cuánto gana, los seguidores que alcanza, la audiencia que acumula y la diversión que ofrece. Con frecuencia nos perdemos una etapa decisiva de su historia en donde la aguja del rating, las fuerzas del mercado y las luces del estrellato apuntan hacia otro lado, recuperando el origen sencillo y amateur del deporte: un viejo amigo y un excelente formador.

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