El conflicto interminable entre México y Honduras
Los hechos del último partido de la Selección Mexicana traen a la mente otros desencuentros entre países vecinos.
Hablamos el mismo idioma, compartimos rasgos y herencias culturales pero en la cancha sólo prevalece el odio. El partido entre México y Honduras dejó para la posteridad la terrible imagen de la cabeza ensangrentada del entrenador de 65 años Javier Aguirre, hecho que resonó en diarios de varias partes del mundo. Una lata de cerveza fue el proyectil identificado, objeto en esencia inofensivo que en el momento de mayor tensión en la mente de algún aficionado hondureño se convirtió en un arma arrojadiza para poner en riesgo la vida de un ser humano.
Este suceso violento no es aislado aunque pareciera algo inherente al futbol en general, pero en un sentido estrictamente particular que atañe a México y Honduras, esta rivalidad futbolística lleva por lo menos 17 años de vigencia y no tiene cómo acabar. Uno de los episodios más recordados ocurrió en la Copa Oro del 2007. En la fase de grupos entre estos dos equipos, el ex gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, anotó el primer gol pero una inusitada remontada hondureña les dio su primera victoria en este torneo contra los Tricolores. Recordada es la imagen del jugador Samuel Caballero mandándole un ‘beso’ a Blanco que derivó en la expulsión del mexicano por agredir a su contrincante tras el gesto.
Todo se fraguó desde el año pasado
El partido de noviembre del 2023 con gol agónico de Edson Álvarez podría ayudar a explicar lo que sucedió hace un par de noches en San Pedro Sula. Aquella ocasión el mismo vicepresidente de la Federación Hondureña de Futbol tildó (exageradamente) de “robo a mano armada” el encuentro, palabras que sólo añaden leña al fuego a esta narrativa de las dos naciones enemistadas, narrativa alimentada por jugadores y medios de comunicación. Un conflicto parece no tener fin.
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