Aranceles autos chinos en México y el futuro de MG
La supervivencia de marcas como MG dependerá de un plan para absorber la mayor parte del costo, mientras que el daño colateral afectará también a marcas tradicionales que fabrican en China.
Sin duda, la industria automotriz mexicana, un pilar de la economía y hasta hace poco de puertas abiertas, está a punto de experimentar una de sus sacudidas más significativas en la historia reciente.
Y es que esa ola de vehículos provenientes de Asia, que irrumpió con una propuesta de valor disruptiva, se enfrenta a su primer gran dique de contención. Una nueva política arancelaria amenaza con reconfigurar las reglas del juego, y en el centro de esta vorágine se encuentra MG, la marca de autos china que logró lo que parecía impensable: colarse en el Top 10 de ventas y convertirse en el estandarte del avance asiático en el país.
Tras el anuncio de un posible aumento de aranceles del 20% hasta un 50% para los vehículos importados de naciones sin tratados de libre comercio con México resuena con fuerza en los corporativos automotrices.
Esto no es simplemente un ajuste fiscal, es un movimiento estratégico en el complejo ajedrez geopolítico. Para la industria, y en particular para el consumidor, la pregunta es ineludible: ¿significa esto el fin de la era de los autos chinos a precios competitivos?
Para MG, que acapara más del 3% del mercado, la respuesta parece ser mucho más compleja que un simple sí o no. Esto no representa un boleto de salida, sino más bien una convocatoria urgente a una reinvención estratégica. Esta marca se queda, pero el terreno de juego está cambiando de manera fundamental.
Lo geopolítico y lo comercial
Para comprender la magnitud de esta medida, es fundamental mirar más allá de la industria automotriz y observar el panorama completo. La propuesta arancelaria, impulsada por la administración entrante, surge en un momento crucial: justo en la antesala de la renegociación del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC).
Desde esta perspectiva, el encarecimiento de las importaciones chinas puede interpretarse como un pacto extendido hacia Washington, un gesto de alineación con su principal socio comercial frente a su mayor competidor económico global.
Durante años, México mantuvo una postura comercial considerablemente más laxa con China en comparación con Estados Unidos. Mientras los aranceles efectivos de la unión americana hacia productos chinos alcanzaban cifras superiores al 40%, en territorio mexicano apenas rondaban el 4.7%.
Esta disparidad generaba una fricción silenciosa, y con la revisión del TMEC en el horizonte, era previsible que la presión para equilibrar la balanza aumentara. El paquete económico presentado no solo busca incrementar la recaudación tributaria; también envía una señal inequívoca de que México está dispuesto a adoptar una postura más proteccionista con su industria local y a sincronizar, hasta cierto punto, sus políticas comerciales con las de Norteamérica.
Cómo China conquistó el mercado mexicano
La penetración de las marcas chinas en México ha sido un fenómeno digno de estudio. En pocos años, lograron capturar una cuota de mercado que se acerca peligrosamente al 10%, un logro cimentado en una fórmula simple pero potente: ofrecer más equipamiento, tecnología y diseño por un precio menor que sus competidores tradicionales. Rompieron el paradigma de que lo asequible debía ser austero.
En esta conquista, MG se erigió como la punta de lanza. Con una participación de mercado del 3.3%, no solo lidera a sus compatriotras, sino que compite de tú a tú con marcas de gran arraigo.
Su éxito demostró que el consumidor mexicano estaba ávido de nuevas opciones y dispuesto a darle una oportunidad a nombres nuevos si la propuesta era convincente. Este ascenso meteórico es precisamente lo que ahora se encuentra bajo amenaza, pues su principal ventaja competitiva, el precio, es el blanco directo del nuevo impuesto.
¿Qué sucede cuando el precio sube un 50%?
La aritmética es implacable. Desde un análisis profundo, trasladar un arancel del 50% directamente al consumidor sería, en la práctica, una sentencia de muerte comercial. Un sedán o SUV compacto que hoy resulta atractivo por su costo de 450,000 pesos, pasaría a costar 675,000 pesos, una cifra que lo colocaría en un segmento completamente diferente y fuera de toda competitividad. Ninguna marca puede sobrevivir a un ajuste de esa magnitud.
Es aquí donde, desde lo personal, la verdadera capacidad de gestión y la agudeza estratégica entran en juego. Se puede anticipar que las marcas afectadas, y especialmente MG, se verán obligadas a diseñar lo que se pudiera llamar como un “plan de contención maestro”.
Este plan, tal como se vaticina, no puede ser otra cosa que un complejo ejercicio de absorción de costos. Implica una combinación de factores: reducir drásticamente los márgenes de ganancia, negociar subsidios y apoyos con la casa matriz en China (en el caso de MG, el gigante SAIC Motor), optimizar cada centavo en la cadena logística y, finalmente, trasladar solo una fracción mínima del impuesto al precio final.
Haciendo un análisis y pronóstico, sería que ese 50% de arancel se traduzca en un incremento para el cliente final inferior al 10%. Es un desafío colosal, uno que sin duda pondrá a prueba su resiliencia y su verdadero compromiso con el mercado mexicano.
El daño colateral a las marcas tradicionales
Un error común sería pensar que esta medida afecta exclusivamente a las marcas de origen chino. La realidad es que la globalización de la industria automotriz ha creado una interdependencia profunda.
Un claro ejemplo es General Motors. Más del 70% de los modelos que Chevrolet comercializa en México, incluyendo vehículos de altísimo volumen como el Aveo, el Onix, la Groove o la Captiva, son fabricados en China a través de sus alianzas estratégicas.
Estas marcas “tradicionales” se encuentran ahora en la misma encrucijada. A diferencia de las firmas chinas, quizás cuentan con un mayor margen de maniobra para diversificar su producción, pero un cambio de esa naturaleza no ocurre de la noche a la mañana.
Las líneas de producción, las cadenas de suministro y los acuerdos con socios locales en China son estructuras complejas y multimillonarias que no se pueden reubicar fácilmente. Por tanto, ellas también tendrán que realizar un profundo análisis de costos y decidir qué parte del golpe absorben y cuál trasladan a un consumidor que ya resiente la inflación.
El “Hecho en México” blindado
La estrategia del gobierno mexicano parece ser integral y busca cerrar cualquier posible resquicio. Uno de los atajos utilizados por algunas marcas para mitigar aranceles era importar los vehículos desarmados (en formato CKD) y realizar el ensamblaje final en México, como es el caso de JAC.
Aun así, los nuevos ajustes fiscales contemplan un blindaje para esta práctica. Se exigirá un nivel mínimo de integración de componentes nacionales para que un vehículo pueda ser considerado “Hecho en México” y así gozar de beneficios fiscales.
Con esta disposición, se asegura que el ensamblaje local implique una verdadera inversión en la cadena productiva del país y no sea meramente un trámite para eludir impuestos. Es otra señal de que el objetivo es un proteccionismo robusto y bien pensado.
MG se queda
En medio de la incertidumbre, se puede llegar a la conclusión: MG se queda en México. Basándonos en sus acciones, inversiones y la solidez con la que han construido su presencia, su proyecto es a largo plazo.
Un obstáculo, por grande que sea, no parece motivo suficiente para abandonar el barco. Esta lectura de la situación apaga, a mi parecer, las especulaciones y sugiere que ya trabajan en una estrategia de adaptación.
Su permanencia dependerá de su capacidad para ejecutar ese complejo plan de amortización de costos, pero también de acelerar proyectos que antes quizás estaban en un segundo plano.
La instalación de una planta de manufactura en México, por ejemplo, pasa de ser una posibilidad a convertirse, en mi opinión, en una necesidad estratégica para garantizar su competitividad a futuro.
Mientras tanto, deberán apoyarse en sus fortalezas ya construidas: una red de distribuidores sólida, un posicionamiento de marca que ha ganado reconocimiento y una base de clientes que ya confía en sus productos. El desafío es monumental, pero juzgando por su trayectoria y su sólida construcción de marca, es evidente que su intención es enfrentarlo y consolidar su lugar en el mercado.
El impuesto que se avecina cambiará sin duda el rumbo de un mercado que parecía destinado a ser dominado por la agresiva oferta asiática.
Termina la era del crecimiento explosivo basado únicamente en el precio y comienza una etapa de madurez forzada, donde solo las marcas con un verdadero compromiso a largo plazo, una estrategia financiera sólida y la capacidad de adaptarse a un entorno regulatorio más estricto podrán prosperar.
Para la marca de autos china número uno en México, el reto ya no es conquistar, sino defender y consolidar su lugar en un juego cuyas reglas han cambiado para siempre.