Robot ‘Ai Da’ pinta espectacular retrato del Rey Carlos III y sorprende al mundo entero
La IA vuelve a ser la protagonista de una historia, que lejos de parecer increíble, se ha vuelto cada vez más común. ¿Peligra una nueva profesión con su llegada?


Durante una exposición diplomática en Suiza, el robot artista 'Ai‑Da’ presentó su más reciente creación: un retrato pintado con inteligencia artificial del rey Carlos III, elaborado como parte de la Cumbre “IA para el Bien Común”, donde congracian líderes globales para discutir los usos responsables de la tecnología.
La obra, titulada Algorithm King, muestra al monarca británico con una mirada serena y una flor en el saco. Para muchos, es un guiño visual a su activismo ecológico y su imagen conciliadora. Para ‘Ai‑Da’, sin embargo, el retrato es algo más profundo: una provocación visual que busca reflexionar sobre el futuro del arte en manos de algoritmos.
“No vine a reemplazar a nadie”
Pese al talento técnico detrás del retrato, ‘Ai‑Da’ fue clara en su declaración:“No intento reemplazar a los artistas humanos”.

Su creador, el británico Aidan Meller, insiste en que el objetivo de ‘Ai‑Da’ no es competir, sino generar preguntas. “Esto no es una amenaza para los artistas, sino una herramienta para poner el foco en los dilemas éticos del presente”, afirmó.
La técnica detrás del arte
‘Ai‑Da’ funciona gracias a un sistema de cámaras en sus ojos, inteligencia artificial para interpretar rostros y patrones, y un brazo robótico que ejecuta las pinceladas. Su capacidad de crear imágenes es fruto de un complejo algoritmo, pero también de un proceso casi performático en el que la IA observa y reinterpreta.
Desde su debut en 2019, ha realizado retratos de figuras como Alan Turing y la Reina Isabel II. Algunas de estas obras se han vendido por sumas millonarias, y han formado parte de exposiciones en museos como el Tate Modern y el V&A.
Un mensaje disfrazado de arte
Más allá de la técnica, el retrato busca abrir una conversación más amplia sobre cómo la IA puede colaborar, sin sustituir, al ser humano en los espacios creativos. ¿Debe una máquina firmar una obra? ¿Quién tiene la autoría si la creación surge de código? ¿Hasta qué punto es arte lo que no nace de la emoción?
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La aparición de Ai‑Da en la escena internacional no solo visibiliza a la IA como artista, sino como un nuevo actor cultural que obliga a replantearnos los límites de lo humano y lo artificial. A muchos puristas no les gustará y puede que al resto de simples aficionados les cause temor alguno; sin embargo, es un hecho que es una realidad, y que más vale acoplarnos a ella, antes que sta misma, nos supere en más sentidos.
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