Ni políticos, ni periodistas: las personas a las que más odia Carlos Slim y que califica de “imbéciles”
Este episodio ha colocado nuevamente a Slim en el centro del debate sobre privilegios económicos y relaciones con el poder político en México.

En una de sus declaraciones más controvertidas, el empresario Carlos Slim Helú desató polémica al calificar de “imbéciles” a tres economistas ganadores del Premio Nobel de Economía 2024.
El comentario se dio durante su conferencia anual del 10 de febrero, en respuesta a una pregunta sobre el libro Por qué fracasan los países, en el que se cuestiona la forma en la que Slim adquirió Teléfonos de México (Telmex) durante la década de los 90.
“Son unos imbéciles, ponen las cosas sin saber qué escriben”, dijo visiblemente molesto, refiriéndose a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, autores del polémico libro y recientes galardonados con el Nobel. Slim considera que las acusaciones vertidas en su contra están fuera de contexto y no reflejan la realidad empresarial mexicana de aquella época.

Este episodio ha colocado nuevamente a Slim en el centro del debate sobre privilegios económicos y relaciones con el poder político en México. En su defensa, el magnate argumenta que los autores no comprenden la complejidad del entorno en el que él operaba y, por tanto, sus conclusiones carecen de fundamento.
Mientras tanto, la controversia refuerza las críticas de quienes ven su fortuna, estimada en más de 90 mil millones de dólares, como el resultado de un sistema económico desigual.
El libro Why Nations Fail (en español Por qué fracasan los países) es reconocido por analizar cómo las instituciones débiles frenan el desarrollo económico. En su edición más reciente, los autores dedican un capítulo a Carlos Slim como símbolo del “capitalismo de cuates”, señalando que su riqueza no provino de la innovación, sino del aprovechamiento de un sistema político favorable.

Según el texto, la privatización de Telmex en 1990, bajo el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, fue el punto de quiebre. A pesar de no ofrecer la oferta más alta, Slim logró quedarse con el 51% de la compañía, supuestamente gracias a estrategias como pagos diferidos y el uso de dividendos de la misma empresa para financiar la compra. Esto le permitió consolidar un monopolio en telecomunicaciones durante años.
Los autores argumentan que en un país con instituciones fuertes y regulaciones estrictas, como Estados Unidos, Slim difícilmente habría logrado el mismo nivel de influencia económica. En cambio, en México —señalan— licencias, contratos exclusivos, burocracia permisiva y acceso privilegiado al financiamiento fueron factores que lo beneficiaron de forma decisiva frente a otros competidores.
Además, aseguran que la compra de Telmex fue un “golpe maestro político y no empresarial”, una operación basada más en conexiones que en competencia abierta. Esto contrasta con la narrativa pública construida en torno a Slim como un empresario hecho a sí mismo, reforzada durante años por su equipo de comunicación. La politóloga Denisse Dresser fue una de las voces más destacadas al difundir fragmentos del libro, reavivando la discusión pública.
Aunque Carlos Slim ya era un empresario exitoso antes de adquirir Telmex, fue esa operación la que impulsó su ascenso meteórico. En 1995, su fortuna se calculaba en 3,700 millones de dólares; para el año 2000, ya superaba los 10,000 millones.
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Hoy, de acuerdo con Bloomberg, Slim se ubica en el puesto 19 entre los más ricos del planeta, con inversiones que van desde telecomunicaciones hasta banca, infraestructura, comercio y construcción, bajo el paraguas de Grupo Carso.
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