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Luis Enrique ante su semana decisiva

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Me decía hace poco un amigo bético, resignado a estos malos años del Betis: “El Barça es el Betis con Messi, Luis Suárez y Neymar arriba”. Lo recordé en la segunda parte del partido del sábado, cuando la Real llegaba una y otra vez al área de un Barça desorganizado. En la primera parte, Messi había marcado dos goles y había facilitado el otro a Alcácer, que ocupó la plaza de Neymar. Con eso le llegó al Barça para ganar el partido, pero era inevitable la reflexión de cuánto equipo hubo detrás de Messi no hace tanto y cuánto falta ahora. Cómo cae la forma de algunos, cómo no encajan los nuevos, cómo salen y entran según el día.

Así que no es raro que Luis Enrique ande de peor humor del que suele. Tiene que administrar a Iniesta, como administró a Xavi en el último año, pero nadie se lo admite. ¿Por qué? Seguro que porque tira demasiado de André Gomes, en el que muestra una confianza digna de mejor causa. Para mi gusto, es un jugador estupendo, pero frío y desconcertado. No es su momento. Sus expectativas eran tan grandes que en el fichaje se introdujo un complemento por si ganaba el Balón de Oro, lo que a la luz de lo que estamos viendo resulta tan absurdo como si el complemento fuera ligado a ganar el Nobel de Medicina, pongamos por caso.

Para activar al grupo, Luis Enrique acudió a dos medicinas: anunciar su propia marcha y recuperar el 3-4-3 de Cruyff. Los buenos efectos fueron pasajeros. El anuncio de salida creó un alivio inicial en los jugadores que no le aguantan,  pero, pasadas las semanas, lo que queda es desgobierno. El 3-4-3 ha sido de quita y pon y ha llevado a entradas y salidas (Mathieu, Jordi Alba...) que no convencen. En medio de todo, la llamarada del PSG creó una ilusión nueva, pero se quemó pronto.  Ahora llega la semana en la que el Barça se juega el curso, Copa aparte. Me pregunto hasta qué punto Messi, Luis Suárez y Neymar podrán tirar de tanto lastre.