Talavera y Yarbrough eclipsan los goles de Boselli y Barrientos
Una gran actuación de ambos guardametas, cuyas atajadas 'in-extremis' evitaron la caída de sus equipos, definió un partido vibrante en el 'Chivo' Córdoba.
Boselli y Barrientos firmaron una igualdad vibrante entre Diablos y Esmeraldas en el Estadio 'Chivo' Córdoba, recinto alternativo de los mexiquenses, en el penúltimo partido de la jornada 11 del Apertura 2016 de la Liga MX. Dos equipos ascendentes (dos victorias consecutivas) que buscaron la victoria desde el primer segundo hasta el silbatazo final. Los dos porteros, Talavera y Yarbrough, salvaron su meta en varias ocasiones.
La primera oportunidad del partido fue para los Diablos, cuando Trejo entró al área leonesa con balón controlado, sin marca, pero solo punteó suavemente la pelota en su afán de sortear la resistencia de Yarbrough. El equipo de Torrente sacó rédito a la oportunidad: Da Silva barrió a Navarro en el área y Boselli fulminó a Talavera con una dosis de suspenso concedida por la potencia del disparo y el travesaño. El paraguayo quiso resarcir el error y casi lo logra acto seguido cuando su cabezazo se estrelló en la cruceta y el contra-remate de bolea voló con destino a Almoloya de Juárez.
El tanto de Boselli dictó el 'status quo' del partido: el Toluca invadiendo los terruños de Yarbrough y Torrente disparando a Elías y Montes por los costados para montar la contra. En ello, el pase abierto y frontal de Erbin Trejo surcó el área esmeralda y llegó hasta el segundo poste, donde aguardaba Alexis Vega, cuya puntilla fue una decepción para quienes esperaban un fogonazo. Por estadística cayó el gol de Toluca. Nadie perdona tres ocasiones. Centro de Flores y soplo de Barrientos, con la espuela. El límite entre el arte y la suerte.
La segunda mitad acentuó las pretensiones de ambos: Toluca se arrojó al vacío y el León se refugió, aunque con las granadas pegadas al uniforme de guerra. El partido entró en velocidad crucero; el medio campo se convirtió en una autopista sin peaje ni límite de velocidad, ambiente propicio para los pilotos más temerarios, como Elías Hernández. Su arrancón, a puro gas, con autopase para eliminar a sus rivales, terminó con un tiro fútil muerto en las manos de Talavera, inamovible, imperturbable.
No pasó mucho tiempo para que la 'Fiera' comenzara a sentir el sofoco del medio día toluqueño; las llamas del infierno abrazándole, acechándole. Sinha dirigiendo el avanzar del fuego. Uribe cabeceó dos balones magnetizados por las palmas de Yarbrough, Barrientos casi se adjudica el Premio Puskas con un misil que hizo añicos el travesaño esmeralda y los tiros de Esquivel siempre encontraron el cuerpo de Burdisso (y en una ocasión, los testículos de Yarbrough) En la recta final, el 'Chivo' Córdoba parecía precipitarse hacia un precipicio; Elías golpeó con un periódico mojado un balón que Cuevas había enviado con la etiqueta "gol de la victoria". Quizá Hernández haya sido el único futbolista sobre el campo del 'Chivo' que no haya deseado la victoria.
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