'Cruzazuleo' a la toluqueña
Los Diablos Rojos terminaron su semana negra con una derrota ante La Máquina con goles de Rojas y Benítez. Cruz Azul se jugará el pase a liguilla contra Tigres.
"El diablo mira con envidia a quien sufre mucho y lo expulsa al cielo", sentenció Nietzsche. Si así fuera, el Toluca se habría ganado la eternidad en el paraíso. Los Diablos Rojos culminaron su 'semana horribilis' con el trinche en el pecho y la cola carbonizada. No solo perdió el futuro inmediato, los sueños, sino se perdió a sí mismo. La trascendencia. La admiración. La historia. Y 'La Máquina' de Boy, en cambio, ganó esperanza y cogió velocidad crucero. En la próxima estación, la última antes del cambio de trenes, aguardan los maltrechos Tigres de Ferretti. Los dos se batirán para arrebatar el último boleto para ese viaje tan jacarandoso llamado 'liguilla'. ¿Y el Toluca? A reconstruir sus aposentos. Y su honor.
El gol de Joao Rojas, un auténtico advenimiento de la Ley de Murphy (desde el punto de vista del Toluca), dictó el eje rector del cotejo. Rojas ahogó al novel Quezada y su envío, muy pillo, muy endemoniado, le entró a Talavera por el primer poste como un lanzamiento de curva que libra al bateador emergente. La jurisdicción del 'axioma murphyano' permaneció tras el tanto: un centro de Trejo rasuró las cabezas de Uribe, Triverio y los fantasmas de Estupiñán y Epaminondas. El trinche del Diablo, los dientes sin filo, y su base, derretida por el fuego, no le sirvió ni para sacar pecho ni para protegerse. Jorge Benítez, la versión paraguaya de Gareth Bale, desapareció de los radares del Ministerio de Defensa toluqueño. En uno de sus planeos, puso a Silva a bailar break-dance y su impactó golpeó en el muslo de Talavera antes de estrellarse en la escuadra.
Cardozo, extrañamente apagado, se colmó de Uribe y plantó al bisoño Vega, quien en Morumbí fue el pagano de la dejación y la ineptitud. El plan, discernimos, consistía en garantizar que los músculos de cristal del colombiano llegaran intactos a la cita del miércoles. Por lo demás, el Toluca se degradó hasta la nada y Cruz Azul reposó con la pelota en los pies. Talavera volvió a contener la metralla de Benítez antes de que Ariel Rojas impulsara el salto contorsionista de Vega. Al árbitro no le pareció legítima la maniobra. Triverio apuntó al espacio entre la publicidad estática y el poste derecho. Notable tino, a decir. La mala noticia es que no puntúa. El Diablo puso en práctica aquella tradición tan cruzazulina de perder cuando ganar le es más imperativo que nunca.
La falla desconectó al Toluca del respirador artificial y Benítez lo ahogó con una almohada brindada por Aldo Leao. El Cruz Azul aún tiene forma para salvarse de la destrucción. Para el Toluca ya no hay vida. Solo el paraíso, que ya ha sufrido demasiado.