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AMÉRICA VS MORELIA

El América despide a Cuauhtémoc con un carnaval

Las 'Águilas' golearon a Morelia con doblete de Quintero y firmas de Peralta y Arroyo, de penal. Cuauhtémoc Blanco jugó 37' y estuvo cerca de marcar.

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Cuauhtémoc Blanco jugó su último partido como profesional.
Cuauhtémoc Blanco jugó su último partido como profesional. José MéndezEFE

Cuauhtémoc Blanco tuvo la fiesta que merecía y el América el sosiego que le urgía. Quizá el primero era condición para lo segundo. Con el 'Cuauh' en sus filas, el América se reconoció a sí mismo. Blanco, 43 años, ejerció de fuente de juventud; la ironía. Las 'Águilas' se internaron en un viaje por el tiempo, impulsadas por las cabalgatas de Cuauhtémoc. El partido fue un flashback a 2005; no ha sido 2016. En frente, Morelia no fue más que el bufón de la velada, la alfombra de la gala. No le faltó nada al carnaval, a caso un porrazo inconmensurable firmado por el despacho del Presidente Municipal de Cuernavaca (y no estuvo lejos). Tras despliegues marciales, entrevistas tan ponzoñosas como ocurrentes, una puesta en escena casi-circense, algún desplante lacrimógeno, un denso escrutinio mediático por su status actual, la semana grande del 'Temo', una de las tantas, terminó en una atronadora ovación acorde a su magnitud y mil gargantas desgarradas aclamando su nombre. Cuauhtémoc es historia. Y será historia. 

El primero en ceñirse al guion fue el mismo Cuauhtémoc. La primera jugada del partido fue el corazón de éste: una serie de amagues hacia adentro que terminó en una vaselina excelsa que explotó en el travesaño moreliano. La catarsis. La zaga michoacana se abría como el Mar Rojo ante Moisés. Casi una invitación a que disparara. Lo hizo y casi marca. La insania. Sospechas. Lo cierto es que después del disparo, el partido se convirtió en una obra de beneficencia a favor del '10' azulcrema. Cuauhtémoc como el centro de todas las intenciones, buenas y malas. Y él, ni tardo ni perezoso, se entregó al jolgorio. Bailó sobre el cuero, movió las caderas con el balón muerto sobre el césped, e incluso desempolvó su traje de arlequín: 'la cuauhtemiña'. Al público lo que pida. Confeti, batucada, saturnal, purificación. 

Cuauhtémoc abandonó el campo de juego al 37'. Cuando lo hizo, creímos que el partido había muerto con él. No fue así. Habíamos olvidado, con tanta chirigota, que habían tres puntos en disputa y que el Morelia era un equipo conformado por hombres que se hacen llamar futbolistas profesionales. Que todo era de verdad, pues. En teoría, pues. Mientras el Azteca se entregaba al 'Temo' en cuerpo y alma, Quintero perforó a Morales y regaló a Oribe el primer tanto del partido. Peralta rindió pleitesía al emperador Azteca; sus poderes le habían curado la ceguera y el mal agüero. La jugada también apagó las sospechas incruentas que habían surgido tras el chupinazo que inauguró la verbena: la podredumbre de la retaguardia de la 'Monarquía' no era parte del show. Zamorano, González, Pérez, Erpen; todos hicieron del caos su principal estrategia defensiva. No muy viable, y menos en tarde de carnaval. 

En el resto del partido el América se dedicó a homenajear a Cuauhtémoc con dosis casi letales de fútbol lisérgico. El 'Cuauh', soberano en su trono, gozó con el sacrificio de los soldados de Meza, desmembrados pieza por pieza. Darwin Quintero empujó el segundo antes del descanso, que fue el escenario para la última reverencia en honor al ídolo barrial, el último tótem del americanismo. La última vuelta olímpica, Marco Aurelio rondando en el Coliseo; Frank Sinatra en Desert Springs.

El resto es anécdota. La puntilla de Quintero a pase de Aguilar; la salva de Arroyo con dedicatoria celestial; el cabezazo fatuo de Enrique Pérez; el misil de Arroyo que generó un terremoto en la portería sur del Coloso de Santa Úrsula. Mero ornamento. Tras el silbatazo, la procesión señorial. Cuauhtémoc, majestad, hizo suya la velada e hizo suyos los sueños de su feligresía, la que le veneró hasta las lágrimas. Tendrá, a partir de ya, una misión mucho más encomiable, titánica, intrincada, para la cual necesitará más que sus poderes futbolísticos para salir avante. Que la historia no se la reclame. De la mascarada en el Azteca recordaremos que Cuauhtémoc es historia. Y será historia.