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Liga MX

Tomás Boy no alivia a La Máquina y empata con Sinaloa

El Cruz Azul no pasó del empate a uno ante Dorados en el debut de Tomás Boy como su entrenador. Suárez igualó sobre el final del partido.

México DF
Cruz Azul empató a uno con Dorados en el debut de Tomás Boy.
Alex CruzEFE

El axioma reza así: "Equipo con técnico nuevo, siempre gana". Pero la lógica se ha mudado del Estadio Azul. La Máquina empató a uno con Dorados, que marcó a cinco minutos del pitazo final, en el esperado debut de Tomás Boy (y de Suárez al frente del Gran Pez, no olvidemos). La feligresía celeste deberá soportar, otra vez, ver a su equipo en el último lugar de la tabla general. El axioma no ha aplicado. 

Dos jóvenes con traje nuevo, precavidos a cada paso que dan; los zapatos recién boleados, las mancuernillas brillantes y la tela impoluta. Así fueron celestes áureos en el primer tiempo. Melindrosos, temerosos de que la zapatilla raspara con una roca o de que el viento desprenda un mechón de la gruesa capa de gel. El Cruz Azul, no obstante, intentó desmelenarse, a sabiendas de que la tarde podría ser un fastidio. Vuoso cabalgó por la pradera derecha y citó a Carizzo con Míchel; el delantero argentino optó por empujar de espuela antes que golpear con el borde interno del pie derecho. Toda elección, hasta rematar recostado sobre el césped, era mejor que la que eligió. La pelota se escurrió entre sus piernas. La visita no hizo mucho para quitarse el corsé, remates de Arce Nurse que sólo espabilaron a Corona. Al 33', La Máquina se desgarró las costuras: tiro libre enviado por Torrado y roce con la coronilla del 'Cata' Domínguez, como soplosuficiente para confundir a Míchel. Era un balón o un pétalo. Nunca lo supo.

La Máquina careció de carbón el segundo tiempo y transitó con los remanentes de otras combustiones. Equipo ordenado, vertical y sensato. Al menos. Belluschi intentó bombear a Míchel pero su pie pescó más pelota que pasto. En tanto La Máquina dio marcha atrás, el Gran Pez agitó las aletas cada vez más vivaracho. Nurse cabeceó al 63' a pase de Pinto y Mancilla disparó violento a las manos de Corona. En el Estadio Azul, las insinuaciones son certezas. Cuando más calma transitaba La Máquina, posesiones largas y transversales en campo rival, la tambora irrumpió en los rieles. Giovani Hernández apareció en la parcela derecha y envió un tiro-centro envenenado que ahuyentó a la retaguardia celeste; en el otro extremo, Christian Suárez esperó y mordió, como depredador. Nadie le esperaba. La estadística conspiraba en su contra; salvo un milagro, el balón llegaría a sus pies.

El Cruz Azul, herido en orgullo (lleva así 18 años), ya no fue más el caballero impoluto e inmaculado de la primera mitad. Ahora, un lunático con el traje roído y una risa malévola, producto de la insania por perderlo todo. Vuoso remató pero Chávez, en misión kamikaze, tapó el tiro. Minutos después, Castillo, de disparo de larga distancia, casi firmó la victoria sinaloense. Y menos mal que no, sino Boy, probablemente, ya estaría haciendo las maletas a casa. Me ciño a los antecedentes penales de Guillermo Álvarez y su corte para juzgar a sus entrenadores. Fabio Santos intentó rescatar el tren, ya incendiado, pero su remate sólo coqueteó con el poste izquierdo de Míchel. La épica también se ha mudado del Azul.